Notas del fanfic:
Okey, ustedes diran: "Esta Ha-neul se volvió loca o le falló el teclado"
Yo les digo que no...
Es un ONESHOT MINASASU (Minato x Sasuke) Con claras advertencias de:
-Lemon.
No menores de 18 años.
Aunque si lo leen, será bajos su propia responsabilidad.
Tal vez sea una creación buena, o tal vez sea horrible... De cualquier forma, les agradezco que lo juzguen.
Notas del capitulo:
No se que decir, supongo que si están acá es por que les interesó y quieren leer :3
Bueno comensemos xd
-No puedo, Naruto. - Dijiste, rechazando la oferta de salir a la noche con tu mejor amigo y hermano del alma.
Por más que consideraras a Naruto tu mayor confidente, ¿Cómo le decías que tenías a su padre atado con un par de esposas a tu cama? ¿Cómo le contabas que Minato Namikaze, era dueño de todas tus más morbosas fantasías? ¿Cómo le decías que lo que más anhelabas en ese mundo, era tener entre tus piernas el miembro hinchado y enrojecido de su padre?
-Oh, bueno. No importa. - Te respondió con una sonrisa que agradeciste. - Mándale saludos a papá. -
-"A TU papá, dobe." - Pensaste, chasqueando la lengua y asintiendo con tu cabeza.
Jamás en toda tu vida tú, Sasuke Uchiha, aceptarías que Minato era tu padre.
El hecho de aceptar aquello, implicaría dejar de lado el enorme deseo y atracción que sentías por ese hombre, por ese maravilloso hombre.
Con tus dieciséis años, no te podías imaginar con otra persona que no fuera ese maduro rubio.
Te daba asco pensar estar en los brazos de otro tipo que fuera él, tu padre adoptivo.
Lo único que querías, era ser besado, manoseado, lamido y penetrado por ese hombre, por Minato.
¿Cuándo había nacido esa insana obsesión? Cuando eras pequeño, cuando te bañabas con él, cuando jugabas "al caballito" sobre su vientre, cuando decidiste hacer de Minato, tu más grande pilar y soporte.
Esa tarde, habían salido de la escuela y tú te dirigías a tu casa, completamente decidido, a demostrarle a aquel blondo lo mucho que te considerabas de él y solo de él.
Te subiste al micro y sonreíste con un poco de sorna, como era habitual en ti, al pensar en que nadie, absolutamente nadie, se podía imaginar lo que tenías en mente.
Ni tú mismo, podías reconocer las cantidades de fantasías macabras, morbosas, incorrectas y maniáticas que cruzaban tu mente en ese momento.
¿Incesto?
Tantas veces te preguntaste lo mismo, pero llegaste a la conclusión de que no lo era, ya que no habían lazos de sangre que los unieran.
Lo único que los unía, era ese apetito que se tenían mutuamente; porque tú sabías que era mutuo, tú sabías que Minato, el correctísimo Minato, te deseaba en silencio.
Cerraste la puerta con llave y ambos pasadores, tenías miedo de que alguien aparte de ti y tu hombre se enteraran de la enorme diablura que estabas por hacer.
A pasos agigantados, subiste las escaleras y luego abriste la puerta que hace unas horas, dejaste cerrada con llave.
Allí estaba él, Minato. El dueño de tus sueños, de tus fantasías, de tu cuerpo y de tu corazón.
