~CAPITULO 39~

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Sam guarda el coche en el garaje luego de llegar y nos adentramos en el edificio.

Entramos al Penthouse y me saco los tacos, ya no aguanto con ellos, son lindos todo lo que sea pero hacen sufrir horrores. Camino con ellos a la habitación sintiendo a Sam venir detrás de mí, entramos y me meto al baño para desmaquillarme, lavar mis dientes y colocarme una camiseta de Sam, es cómoda, al ser tan alto él me queda como un vestido.

Salgo y no veo a Sam, debe estar en su despacho, me acuesto, ahora el problema es que no puedo dormirme, no tengo sueño.

—¿No tienes sueño verdad?— pregunta Sam entrando a la habitación.

— No, creo que en el trayecto me espabile.

— Mañana llegaré un poco más tarde y tú no hace falta que vayas—dice mientras se cambia de ropa, quedándose sólo con su chándal.

— Bien. ¿Por qué no me dijiste que tenías origen Turco?

Encoje sus hombros y se sienta al lado mío.

— No se, no le vi motivo alguno.

— Dime algo en turco.—Pido sonriendo.

Se ríe y niega divertido.

Que hermosa es su sonrisa.

—¿Qué quieres que diga?

— No lo sé, lo que tú quieras.

Sen benim en güzel düşüşümsün (eres mi más maravillosa perdición)— dice eso, que obviamente no entendí un pepino mientras da caricias al dorso de mi mano.

—¿Qué me dijiste?

— Que eres preciosa.— Me sonríe de lado y yo lo miro entrecerrando los ojos.

— Mhm, más te vale no mentirme.

Una carcajada sale de su boca mientras tira su cabeza hacía atrás. Y vieron cuando algo les interrumpe un momento cálido, bien, su móvil cago el momento.

— Habla Jonhson—contesta con profesionalismo.

Es increíble como puede cambiar su actitud en sólo unos segundos.

Creo que el alcohol no bajó del todo, verlo sentado, todo serio y calculando cada palabra saliente de su boca, haciéndolo ver todo dominante, más agregándole que tiene su tórax al desnudo, lo siento pero mi excitación comenzó a salir a flote.

¡Demonios, que sexi!

No lo estoy pensando tanto y para finalizar el día quiero divertirme un poco. Me excusaré con el alcohol.

Sam termina te hablar y cuelga, así que aprovecho.

Quito la cobija disimuladamente, acaricio con los dedos de mi pie su entrepierna, siento como se va poniendo duro, me mira con los ojos brillosos y baja su mano cubriendo mi pie, deteniendo mis movimientos.

— No, pequeña...

Me muerdo el labio.

—¿No quieres divertirte un poco?— pregunto con picardía.

— Hoy sí que andas juguetona.

Me encojo de hombros mientras relamo mis labios.

Me he estado preparando mentalmente para hacer lo que estoy pensando.

No lo encuentro mal, pero digamos que soy cero experta y la única experiencia que tuve fue en una situación espantosa.

Me levanto y me hinco al lado de la cama, Sam se sorprende al ver que estoy mirando su entrepierna y lo que estoy pensando en hacer.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora