Arma blanca.
Permanece entre sus dedos como una pluma.
Lo ve, lo piensa.
Ha estado ahí antes.
Su sonrisa torcida le hace una reverencia,
el repudio es mutuo,
pero la dependencia necesaria.
El olvido que se lleva a los amantes,
es el mismo que escapa de sus labios.
Exquisito.
Sublime.
Amargo.
Caliente; cientos de ritmos en su lengua.
El viento despeina su cabello oscuro,
cubre su rostro y raspa sus mejillas.
Mientras la pluma asesina,
se deshace en delirios de grandeza.
Su índice da un golpe,
uno y dos, tres más.
El arma blanca entre sus manos
hace sinfonías desentonadas en el momento en que,
intenta robarle unos segundos más de vida.
Es el atardecer de los olvidados,
cuando el cielo se maquilla de los tonos más grises,
y de sus labios nacen nubes,
las más esponjosas, las más tóxicas,
las de donde más llueve pero menos moja.
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disparate en la cafetería.
Poésie« Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol, es mejor que no nazca de ningún modo. » John Keats ©cmrenxcid