La resaca perpetua.
El minutero se movía con hipocresía porque conocía su necesidad; se movía vacilante más por obligación que por compasión. Seguro se arrancaría a sí mismo para dejarla en ascuas. Maldito tramposo.
Es de noche, o al menos los primeros faroles encendidos se lo alertan, traga en seco y su garganta puede sentir el cumulo de miedo y excitación cayendo por su laringe.
Suspiros ahogados, gritos exagerados, quejidos innecesarios y exaltación a la mediocridad. Repite la secuencia hasta que las huellas en sus caderas presentan una temible profundidad y su abrigo se encuentra más pesado.
La resaca perpetua, el eclipse bajo sus ojos, párpados caídos y palpitando entre la realidad y el más profundo sueño; se cierran lenta y cautelosamente, con miedo a nunca más abrirse, aquel par de ojos que se embriagan de la noche.
La resaca perpetua.
Los inocentes quieren rendirse pero su sensualidad no les deja; se siente como Monroe en su última noche, así es la resaca perpetua bajo sus ojos.
Los reflectores la apuntan y los letreros de neón estampan de escándalo sus recuerdos.
Se marea pero no puede dejar de embriagarse, se ahoga en el incendio de colillas de cigarro; como sea, el fuego es ella.
La resaca perpetua es el testimonio, es el quiebre de su cuello por sobre el hombro, es la mirada de desdén hacia el suelo.
Labios ultrajados y húmedos de depravación; un paso tras otro, a veces dos más allá y tan sólo uno acá, se muestra desafiante a Newton y a Einstein, la gravedad, el espacio y el tiempo no existen. Ella está ebria, esta ebria de la noche.
El abrigo de piel se desliza por sus hombros y cae sin privarse de su dulce venganza de rasparle los brazos antes de rebotar en el suelo y provocar un eco sonoro. Ahí va uno más que cae a sus pies y que también disfruta su dulce venganza antes de golpear el pavimento.
¿Quién... Quien está moviendo el suelo? ¿Quién está jugando con los faroles?
Pone los ojos en blanco y tira la cabeza hacia atrás ahogando un grito en su garganta. No, no se trata de un desliz nocturno, es la resaca nocturna bajo sus ojos.
¿Por qué.... Por qué las paredes se aproximan? ¿Por qué el olor a cemento golpea mis fosas nasales? ¿Por qué... Por qué no puedo respirar?
Oye, despierta, volviste muy tarde anoche... Dios, esas ojeras tuyas a veces me asustan.
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disparate en la cafetería.
Poetry« Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol, es mejor que no nazca de ningún modo. » John Keats ©cmrenxcid