• Prólogo •

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Las lágrimas caían como una cascada de sus ojos azules. Éstos ya no brillaban de la misma manera, aquel brillo se fue con su amado George; quien jamás regresaría y tampoco lo vería más, aunque quisiera sólo se mantendría en sus recuerdos y en su corazón, que alguna vez latió desenfrenadamente por él.

En sus últimos días con vida, había mostrado su redención ante el daño que provocó de forma desmedida a todos los que le rodeaban: el reino, su esposa e hijos. La causa de este cambio entre el padre y esposo amoroso a ser el rey tirano y gruñón, había sido el poder, ésto lo corrompió al igual que una mala decisión que se convirtió en un error imborrable y las consecuencias que le trajo con el paso de los años, aunado con los intentos fallidos por recuperar el amor que perdió. A pesar de eso, lo siguió amando al darle cada oportunidad que él desperdiciaba al no intentar cambiar. El amor perduró desde la primera vez en que sus ojos se encontraron; y seguiría, dicho sentimiento, hasta el día en que ella diera su último respiro de vida.

Pasó delicadamente sus dedos sobre sus labios, al recordar los últimos besos que habían compartido en aquella última ocasión en la que exploraron a detalle sus cuerpos como la primera vez que se entregaron el uno al otro. No había sido un desliz, a pesar de que ella se lo dijo. Cerró los labios con fuerza y un ligero sabor salado se hizo presente.

Todos estaban de luto, en especial cada miembro de la familia real. Las condolencias le llovían por parte de los medios de comunicación, empresas, algunas personas con títulos nobles y embajadores que permanecían en el país; pero nada llenaría el hueco que tenía su corazón. Las cartas con pésame se mantuvieron selladas, le era imposible leerlas y así las dejó en la mesa de noche, tal cual como llegaron. Pasó sus manos sobre la cama matrimonial, que alguna vez compartió con su amado George y donde él pasó sus últimos momentos de vida.

Las lágrimas no cesaban ante cada recuerdo bueno que vivió a su lado: la primera vez que se conocieron, su primer baile, las cartas que escribieron por un tiempo, su noviazgo, el sacrificio que él hizo por ella, su boda y la llegada de sus hijos... Todo eso era imborrable.

Sabía que Wanda consolaba y tranquilizaba a James, en alguna parte de los terrenos del castillo, ya que él sería el siguiente rey y aún no se sentía preparado para serlo, al menos no al ser tan inoportuna la muerte de su padre. Había visto a su hijo llorar en silencio mientras esperaban la llegada del embalsamador, esto después de darse a conocer que la línea de sucesión debía continuar. Sólo estaban él y su padre dentro de esa habitación, la cual conocía a la perfección. El príncipe salió al pasillo, en cuanto vio al personal que se encargaría del servicio funerario, y fue directo a su habitación, según lo que le informaron en ese momento los guardias. Suspiró pesado al ver el panorama que le esperaba al joven matrimonio al ser los próximos gobernantes.

Por otra parte, Rebecca estaba llorando en su habitación, sin nadie que la abrazara o calmara su dolor. La imagen de su hija al estar inundada por la tristeza, le rompió el corazón. Así que, se limpió las lágrimas y fue a la habitación de la princesa. George y Rebecca habían vivido pocos momentos como padre e hija, y ella los había visto charlar en la biblioteca o en la hora de las comidas, algo que había marcado completamente la diferencia en el rey, ya que él después de su separación prefirió comer en absoluto silencio.

El castillo estaba callado, algo que impregnó aún más la tristeza que tenían los miembros de la familia real. Los pasos de Winnie eran suaves y lentos al recorrer cada pasillo que conducía hacia la habitación de la princesa. Los recuerdos estaban más vivos que nunca y eso no ayudaba en asimilar el fallecimiento de su amado, no había espacio alguno en que no recordara algo a su lado.

Giró el picaporte y vio que la habitación seguía en orden con las tenues luces iluminando cada rincón. Vio las puertas del balcón abiertas y el viento frío movía las largas cortinas color blanco. Escuchó unos agudos sollozos y no dudó en seguirlos, llevándola hacia el exterior. Su corazón se encogió al ver a su hija hecha un ovillo, con sus cabellos oscuros desordenados y mirando hacia el cielo de la noche con unas cuantas lágrimas suspendidas en sus mejillas.

—Becky...— dijo la reina acercándose a ella. 

La chica volteó a ver a su madre y corrió a abrazarla en búsqueda de consuelo. Winnie sintió los delgados brazos de Rebecca aferrándose a ella. No tenía palabras para describir el dolor que ambas tenían. La mujer le correspondió, envolviéndola en ese abrazo protector.

—¿Por qué se fue?— murmuró la princesa entre audibles sollozos. Winnifred besó la cabeza de su hija y ambas caminaron de regreso a la habitación, ya que el ambiente era helado y lo que menos querían era enfermarse. Rebecca se introdujo a su cama y la reina se sentó frente a ella. —Ya nada será igual, por muy efímero que fuese.

—Lo sé.

Una pregunta salió de la boca de la chica, que desde hace tiempo quería escuchar una respuesta por parte de su madre. Lo que menos quería era hacerla llorar, pero quería saber algo que necesitaba confirmar.

—...¿Lo amabas?

Winnie alzó la mirada encontrándose con los ojos azules de Becky, eran idénticos a los de su padre. Sonrió melancólicamente y tomó sus pequeñas manos entre las suyas.

—Por supuesto que sí... Nunca dejé de amarlo— respondió siendo fuerte en no llorar frente a su hija. —A pesar de todo lo que hizo, no dejé de amarlo, ni un sólo momento... El divorcio jamás se concretó—. De repente, se escuchó otra pregunta, que también siempre rondaba por la cabeza de la princesa.

—¿Cómo se conocieron? Él no me contó nada... Sólo que eras una de las mejores cosas que le sucedió en la vida y que su sacrificio valió la pena— Winnie se quedó sin palabras, pero algo hubo en su corazón junto con el dolor, era inexplicable —¿De qué sacrificio hablaba, madre? No entiendo—. La reina sonrió en medio de la melancolía.

—Es una historia... Nuestra historia es diferente a la de tu hermano, pero es larga— decía Winnifred mientras se ponía cómoda. 

Le había prometido, a Rebecca, contarle sobre ello; pero las ocupaciones le impedían hacerlo y el momento había llegado...

LINAJE BARNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora