¿Arriesgarse o no? Dudaba mucho, me recordaba que existía la posibilidad descubrir algo que no fuera agradable que podría variar desde funesto hasta macabro, aunque pensé que no sería posible que una persona de mi edad pueda llevar consigo secretos tan dolorosos e infortunados. Era tiempo de decidir si la seguiría o no, pues si demoraba unos minutos más en decidir la perdería de vista, y sería mucho más difícil conocer hacia donde se dirige. Ingenuamente y quizás inconscientemente, comencé a seguirla. Lo cierto es que lo que me motivaba a seguirla era llegar al fondo de todo, descubrir un enigma siempre había sido mi quimera, aunque eso implicara arriesgar la tranquilidad a la que estaba más que acostumbrada. Ahora me pregunto si la tranquilidad que poseía era real o simplemente era mera apatía. La tarde estaba empezando a oscurecer, aunque era muy pronto para que eso sucediese, el cielo estaba nublado como suele verse en los meses de intenso invierno, no obstante cabe mencionar que la temporada de invierno en la ciudad de Lima, solo comprende intensa neblina, garúa y a veces lluvia de baja intensidad, por lo general, la temperatura oscila entre los 13º a 15º grados celsius, así que no es un frío intimidante como en Europa sino incluso me atrevería a decir que la ubicación geográfica de Perú permite que disfrutemos de un clima cálido, variado y hasta cierto punto benévolo.
Al cruzar la puerta de la escuela, no tuve más opción que seguir lo que había empezado, notaba que no tenía prisa, sus pisadas eran suaves y andaba siempre cabizbaja, la puerta de madera de pino a la entrada de la escuela se cerró apenas la atravesé, oí el crujir de las bisagras de manera más profunda que otras veces, las sonidos se tornaban cada vez más hondos y acentuados, ¿será posible que mis sentidos se hayan agudizado?, no descarto la idea del todo, e incluso es emocionante que así fuese. De todos modos continué mi camino, pisando cada vez con más cuidado y detenidamente a fin de que no se escuchase que estaba atrás de ella. Las calles cercanas al colegio yacían vacías, ni un alma pasaba por ahí, cuatro de la tarde el punto indicaba el minutero de mi reloj, con su clásico sonido que causaba angustia dentro de mí, pasaban los minutos y sentía que me alejaba de llegar a casa, un peso recaía sobre mí y una corazonada me advertía que no siguiese pero estaba demasiado entrometida como para detenerme, mis pasos denotaban inseguridad, perdía el equilibrio emocional y tal vez físico porque por poco y tropecé con los pasadores de mis zapatillas, me detuve para atarlos y me incliné hacia el suelo para hacerlo, sin embargo mi mirada permanecía fija en el camino que tomaba mi compañera. En eso y repentinamente una bicicleta cruzó por mi lado, tan cerca que el ciclista hizo sonar el timbre dos veces, aquel sonido resonó dentro de mí y de mis oídos un par de veces más en los próximos minutos, la velocidad con la que iba la bicicleta era muy rápida como solía ser en el caso de las bicicletas que van fuera de carril junto a los peatones por la banqueta. Esa fue la primera vez que una bicicleta hizo que me asustase, es como que cada cosa que pasaba por mi camino me impidiera seguir y al mismo tiempo me anticipara malos presagios, aún así me levanté y proseguí en la empresa que me había encomendado. Me aproximada cada vez más al final de la cuadra, me detuve a observar la luz del semáforo, unos segundos antes había llegado Adriana quien no se aturdió porque el semáforo estaba en rojo sino que cruzó la calle sin mirar si venían automóviles o no, por poco un auto la embiste, por suerte el conductor tocó el claxon, el repetitivo e incómoda sonido, que abunda a raudales en las calles de la capital, especialmente entre las 6 y 7 de la noche, el bullicio causado por el tráfico se vuelve insoportable, en particular si vives en la avenida o próximo a ella. Esta vez noté algo diferente en las personas al comenzar a recorrer la siguiente cuadra, no podría asegurar si fue sólo mi impresión o mi imaginación jugando conmigo o si no lo fue, todo aquel que pasaba por mi lado, me veía como ida, distante, fuera de mí y me atrevería a decir que un poco desequilibrado, a pesar de que esto no me incomodara al principio, dentro de mí me hallaba pensando sobre si quizás tenían razón. Mientras transcurrían los segundos y los minutos, llegué a la conclusión que lo que estaba haciendo carecía de sentido alguno, me sentía patética siguiendo a alguien sin tener una razón válida, mis sospechas podían no se reales y estar únicamente perdiendo el tiempo que podría invertir sabiamente en otra cosa, sí, esa era la palabra, desperdiciando al recurso más valioso de la humanidad: el tiempo. Por mucho que invadieran mis pensamientos, me sumergiera en ellos, y por todos los medios mi consciente luchara contra mi inconsciente para que me detuviera y diera marcha atrás, no hubo éxito, al parecer mi inconsciente ganó la batalla, lo mismo que sucede en los sueños, según Freud, algo que me definía muy bien era la obstinación , no aceptar que me había equivocado y que aunque fuera imposible, descubriría algo insólito. "No toleraría quedarme con la duda" pensé, después de todo lo sucedido, lo más idóneo y beneficioso habría sido marcharme y no ser partícipe de lo que estaba por venir. En esos instantes, un remoto recuerdo vino a mi mente. Pocos meses atrás, en una clase de arte, exploramos la técnica de arte moderno, la maestra nos sugirió que utilicemos una de las técnicas de este período artístico, además indicó que la temática a abordar en el dibujo dependía plenamente de nuestra libertad de elección. Expresar la simpleza y complejidad del ser humano es el concepto que yo tenía del arte en ese momento y permanece hasta ahora, el estilo abstracto fue por el que opté en esa oportunidad, con acuarelas de colores vívidos y otros tenues me dispuse a plasmar el poco ingenio artístico(si es que lo tuviera) en un pliego de cartulina. Absorta en mi imaginación y sumida en mi creatividad, algo muy poco usual interrumpió lo que hacía e intercepté la mirada, Adriana estaba sentada un metro lejos de donde yacía sentada, su hoja estaba completamente en blanco, sin ninguna línea ni borrón, lo cual no era algo alarmante pues habían varios compañeros no había ni echado una mirada al papel y sólo estaban conversando entre ellos y haciendo quien sabe que cosa para alborotar el ambiente e infringir la tranquilidad de otros, el punto radicaba en que si había una cosa que la caracterizaba era cumplir con todas sus tareas, es más el primer día de clases de describió a sí misma como una amante y admiradora del arte y en realidad era verdad, era excelente dibujante y pintora, sus trabajos eran muy peculiares, no utilizaba mucho el color más bien diferentes tonalidades grises y degradados en colores leves y oscuros, cuando presentó uno de sus trabajos a la mayoría de la clase resultó agradable su dibujo. Remontándome, su dibujo consistía en una chica tapándose los ojos sentada sobre la superficie del suelo una ventana antigua y con los vidrios quebrados, a través del desgastado marco de la ventana era posible divisar la lluvia, una muy intensa, que guardaban una conexión metafórica con las lágrimas que se deslizaban por las mejillas de la chica del dibujo, lo que muy pocos lograron ver y no notaron que justo al lado de la adolescente reposaba un gato de color negro y de ojos penetrantes, junto al cual se encontraba un bisturí, que casi parecía una daga, con dificultad pude darme cuenta de la presencia de aquel objeto en el boceto, pese a que aún guardaba dudas si es que en realidad eso se encontraba allí, o había visto mal o me había confundido, no obstante ahora atando cabos estoy segura que en realidad mi vista no me había fallado. Retornando al día en el que con desánimo no dibujó nada, pues verdaderamente si había dibujo algo una soga, una soga gruesa llena de sangre en el suelo junto a un panorama tétrico y deprimente, cuando se dió cuenta de que la observaba, disimulando escondió el boceto en uno de sus cuadernos cuando la profesora recogió los trabajos, ella aseguró no haber dibujado nada, y bajo esa afirmación la maestra anotó como incumplimiento y luego se retiró a su pupitre, ni siquiera se molestó en preguntar. Ese comportamiento no iba de acuerdo a su temperamento y personalidad o al menos no se ajustaba al lado de su genio que yo conocía hasta ese entonces.
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Un camino sin retorno
Mystère / ThrillerUn relato narrado en primera persona por una estudiante de escuela secundaria sobre una compañera de clases quien a parte de ser muy introvertida, solitaria y arisca guarda un insólito secreto que está próximo a develarse. Una espectadora de un su...