𝐝𝐨𝐬

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A donde lleva el amor.
meses después

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Veía la hermosa luna a través de mi ventana, debía reflejar muchos huecos oscuros en algunas partes del pueblo, junto a las estrellas de adornos. Colocaba en aquellas cajas mis últimas cosas, dejaba todo recogido, pero me llevaba lo más anhelado, lo más que necesitaba tener en lo que sería mi nuevo hogar. Me levante del suelo, terminando de colocar unos adornos, para así, ver mi habitación. Estaba más limpia que nunca, pues desde que volví, no me tome el tiempo de ordenar todo, solo quería estar encerrada, sin ver un día más, pero ahora, me reconfortaba abrir los ojos y ver que empezaba un nuevo día. Me dirigí a mi mesa de noche, donde abrí una de las gavetas. Detenidamente observe esa carta, la cual estaban marcadas las palabras de aquel comandante que me dirigió al deseo de una libertad, que aún siento que no conozco. Le coloqué aún lado, no sabía si era momento de dejarla ir, pero una parte de mi, aún no podía. Me acerqué a la caja, acariciando la carta. No entendía porque era tan importante para mi conservarla, para mi era una presión de que no debía dejarla ir. Suspiré. La dejé dentro de la caja, con otras cosas. Volví a la gaveta, recogiendo los cuadros que mantenían retratos. Creí haber olvidado el primero que vi, y el estremecimiento por la nostalgia, me arropó.

Me senté en el suelo nuevamente, observando el cuadro de aquella foto. Éramos todos los reclutas a guerreros, sonriendo en una tarde de entrenamientos, para terminar todos juntos almorzando en casa de la señora Braun, la querida madre de Reiner. Acaricie el retrato, la fila empezaba con Annie, aún lado de Berthold quien tenía sus manos en los hombros de un sonriente Reiner. Yo estaba con mi codo recostado en su hombro, a lo que Colt quedaba a mi lado, sonriendo. Finalmente los hermanos Galliard estaban encima, Marcel molestaba a Porcco, quien no podía con el peso de este, y como fiel amiga suya, Pieck se mantenía aún lado mirándolos, para finalizar con Zeke sentado en el suelo. Parecía que a pesar de haber sido muy buenos amigos, ya no éramos los mismos de antes. No porque el tiempo haya pasado, o nos haya separado, era porque ya no pensábamos iguales. Por un momento, viéndome entre medio de Berthold, Reiner y Annie, me sofoque. Sentí como el aire me faltó en cuanto los reflejé en ellos, así que deje el retrato aún lado, para intentar de atraer el aire ante el ataque de pánico que trascendía por todo mi cuerpo. La imagen de Armin en mi mente me empezaba abrumar, esa visualización de él en mi mente, y en cómo su cuerpo yacía quemado, me quebraba.

-¿Amaya?-la puerta yacía abierta, mostrando a mi padre mirándome desde el margen de esta.-¿Qué pasa?-me preguntó, mientras que vi a Pieck entrar, a diferencia de él.

-La nostalgia, de seguro.-musitó Pieck, para inclinarse delante de mi, y ayudarme a recoger.

-Si, recordar me pone tensa.-suspire, colocando aquellos retratos en las cajas, con ayuda de Pieck, quien me sonrió.

-Oh quizás los nervios de que en un mes es la boda.-Pieck sonreí de manera pícara, a lo que yo tan solo la ignoré, levantándome para continuar recogiendo lo demás.-¡Qué emoción!-decía, acostándose en la cama.

-El tiempo sigue pasando igual de rápido, no se detiene.-giré mi mirada observando a mi papá recostado del margen de la puerta, con la mano en su cabeza, como si estuviera dolido.-Y aunque intente, siento que no he podido enmendar el tiempo perdido... -musitaba, mirándome.

-No digas eso papá, hemos pasado mucho tiempo juntos.-comentaba Pieck, a lo que le lance una almohada por ver cómo había deshecho las acomodadas sábanas que coloqué en mi cama.

𝐏𝐀𝐈𝐍𝐅𝐔𝐋──  𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora