Disparo al corazón

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Mis ojos azules se clavan en la nuca de Beth. Su larga cabellera ondulada y castaña se encuentra recogida en un moño algo despreocupado. Tenso mi mandíbula al mirarla. Me sale de manera natural. Su simple presencia me incomoda. Me hace estar atento, como si pudiera herirme en cualquier momento. Tanta perfección me molesta. Hasta mal peinada, parece que lo ha hecho de manera intencional.

- Blake. – la voz de mi mejor amigo me saca de mis pensamientos. – Blake. – vuelve a llamarme al ver que no le contesto. Levanto mi mirada de la mesa y veo que está de pie a mi lado. – El timbre sonó hace rato, no sé a qué esperas.

Noto el calor subir a mis mejillas. No es la primera vez que me pasa. Mayor es mi vergüenza al notar que en la clase solo quedamos ella y yo. Bueno, y Jake.

- Ve saliendo, Jake. Yo tengo un asunto pendiente. – Jake solamente asiente y aprieta levemente mi hombro antes de irse. Jake y yo hemos discutido millones de veces, pero aun así nunca me ha tratado mal. Sabe que puedo llegar a ser verdaderamente mezquino y trata de ayudarme a cambiar. Pero simplemente no puedo. Y él lo sabe. Prefiere no interponerse en mis decisiones. También prefiero que no se interponga.

Espero a perder a mi amigo de vista y cuando por fin estamos los dos solos me levanto despacio. Muy despacio. No despego mis ojos de su espalda. Veo como empieza a temblar ligeramente, pero rápidamente se autocontrola y para. Eso hace que frunza el ceño. ¿Por qué reprime sus emociones? Nuestras respiraciones empiezan a volverse densas, y empiezan a hacer eco por toda la clase.

Otra de las cosas que no soporto de ella, es eso, su autocontrol. Me enfurece que ella sea capaz de gestionar sus emociones. Y yo no. Ella lo tiene todo. Sabe hacer todo bien. Es inteligente, no tiene muchos amigos, pero los amigos que tienen son de verdad. Se lleva bien con su familia, le va bien en el ámbito escolar. Tiene autocontrol, es autosuficiente, sabe gestionarse. No se deja influenciar. No le importa lo que digan los demás. Es feliz. En fin, todo lo que cualquier persona en su sano juicio podría desear. Todo lo que a mí me falta.

Cierro los puños e inhalo. Suelto el aire cerca de ella y abro las manos. Me coloco delante de ella, entrando en su campo de visión. Ella me mira, y veo como sus labios se entreabren, a punto de decirme algo. Pero las palabras nunca salen de su boca y se quedan volando en su imaginación. Bien, ¿con que esas tenemos? Veamos hasta dónde llega su autocontrol.

Pongo mis dedos sobre su barbilla y tiro de ella suavemente, haciendo que sus ojos verdes se hinquen como alfileres en los míos. Beth pone su mano sobre la mía, y con un toque suave pero firme y decidido, retira mi mano de su mentón. Su mano está fría, así que me estremezco un poco bajo su toque.

- ¿Qué mierda quieres, Blake? – dice sin vacilar ni un segundo.

- La rarita tiene carácter. – le respondo.

- La rarita también tiene nombre. – dice con un tono suave pero cortante.

- Betty. Como Betty la fea, ¿verdad? – digo burlándome.

Ella no me contesta, simplemente esboza una sonrisa desafiante en los labios. ¿En serio? Vamos, no creo que sea tan difícil sacarla de sus casillas.

- Si tú lo dices, sí. – me responde con un tono risueño que rebosa sarcasmo.

No puede ser. No todo le puede dar igual. No puede ser perfecta. La perfección no existe.

- ¿No te cansas? – De ser tan impertinente, le voy a contestar cuando pregunte de qué.

- ¿Y tú? – siento como una oleada de furia me recorre de la cabeza a los pies.

- Mira, niña, no voy a perder mucho tiempo más contigo. – le reprocho con un tono de dejadez, aunque mi corazón está al rojo vivo.

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