En cuanto he entrado en la sala me han entrado los mil mareos, no es que sea una niña antisocial, como dice mi hermano mayor, Viti, sino que cuando hay mucha gente me agobio un poco, pero solo un poco. Además, hoy es el décimo cumpleaños de mi súper mejor amiga Valentina, así que tengo que hacer como si no tuviera unas ganas enormes de irme a ver Disney Channel, encima hoy es We love viernes, y ponen Camp Rock a las nueve, pero como soy una chica sociable, voy a hacer el esfuerzo de quedarme aquí y ver mañana la tele.
Ahora mismo estoy comiendo un sándwich de Nutella mientras veo como todos juegan al juego de las sillas, a mi me han eliminado la primera, un maldito niño me ha empujado para quitarme la silla, casi me pongo a llorar, pero me he tragado mis lágrimas y he venido a comer para ahogar mis penas. Ese juego es estúpido, se empujan unos a otros para sentarse en una silla mientras hay de fondo una canción horrible, yo quiero que pongan canciones de Violetta y no esta basura, pero bueno, mamá me ha dicho que no juzgue los gustos de la gente y eso estoy intentando, pero me cuesta.
Me da rabia ver como todos se ríen y hacen el tonto mientras yo estoy aquí engordando. Los niños que se van eliminando se van a bailar a la pista, yo iría, pero es que no sé bailar y para hacer el ridículo prefiero quedarme aquí, la primera y última vez que bailé fue en el baile de navidad de segundo de primaria, llevaba un vestido súper largo, y en medio del baile me pisé la tela y me caí, todo el mundo empezó a reírse de mí y yo me puse a llorar como si no hubiera un mañana. Desde entonces me niego a bailar.
Cuando por fin se termina el juego de las sillas, nos reunimos todos alrededor de la mesa para soplar las velas y cantarle el cumpleaños feliz a Valentina.
Al terminar reparten a trozos iguales los pedazos de la tarta y todos se empiezan a dispersar por la sala, ¿Por qué se mueven tanto? ¿No podemos comer como niños normales sentados en la mesa?
—Summy, venga ven con nosotros, no te quedes aquí sola—me dice Valentina tirando de mí para que me levante.
Le hago caso y la sigo por la sala, me lleva hasta la otra punta y cuando pasamos por al lado de la pista de baile, alguien me empuja y caigo encima de un chico.
—Ostras, lo siento, m... me han empujado—digo tartamudeando, intentando limpiar con mis manos la camiseta del chico.
Al ver que solo lo empeoro, le miro para ponerle mi cara de cachorrito y que así se enfade menos conmigo. Pero entonces todo mi mundo se paraliza y lo empiezo a ver todo a cámara lenta y lo único en lo que me puedo fijar es en este chico mirándome con esos ojazos azules y esa increíble sonrisa torcida.
—Ehh, no pasa nada ¿Puedes quitarte de encima?—vuelvo al mundo real y me quito de encima, muerta de vergüenza.
—O sí, claro, perdón—me levanto y le doy la mano para ayudarle a levantarse, pero pasa de mí y se levanta solo.
—Ya me has pedido perdón, tranquila es solo ropa, ¿Tú estás bien?—¿Se acaba de preocupar por mí? Dios mío creo que me he enamorado.
—Perfecta, un moratón más, uno menos, no noto la diferencia—digo de broma y él me mira confundido—Lo digo porque soy muy torpe—empieza a reírse y yo hago lo mismo, nerviosa.
—Eres muy graciosa, ¿Cómo te llamas?—ahora mismo me siento como en las nubes.
—Summer, ¿Tú?—me mira frunciendo el ceño y yo me pongo roja, ¿He dicho algo malo?
—¿Te llamas verano en inglés?—vaya, no podía faltar la pregunta estrella. El día que un desconocido no me haga esa pregunta, los cerdos volarán.
—Sí, es que mi padre es británico y me quiso llamar como mi abuela—le digo sonrojándome sin ningún motivo, pero es que su mirada me pone nerviosa, nunca había sentido esto por nadie.
—Ahh, yo me llamo Bardi—ahora soy yo la que le mira confundida.
—¿Bardi? ¿Ese nombre existe?—se ríe y me levanta el puño para que se lo choque, yo lo hago encantada sin entender porqué.
—Me llamó Mateo pero mis amigos me llaman Bardi, que viene de mi apellido, Bardina—me lo dice con una sonrisa radiante, bueno radiante no porque tiene braquets, pero para mí sí es radiante.
—Ahh, ¿Y yo como te puedo llamar?—no soy su amiga así que a lo mejor le molesta que le llame Bardi. Él me mira y hace una mueca pensativa.
—Tú me puedes llamar Bardi, me has caído muy bien, Summer—siento como si tuviera un montón de mariposas en mi interior, ya entiendo esa expresión que siempre sale en la tele cuando la protagonista está enamorada.
—Vale, pues tú entonces me puedes llamar Sammy, que es como me llaman mis amigos—en verdad solo me llaman así mi familia y mi única amiga Valentina, pero eso no tiene porqué saberlo.
—Pues encantado, Sammy.
Después de eso desaparece para irse a bailar y yo me quedo observándole toda la noche desde las sombras, viendo cómo interactúa con todos los niños, es súper sociable y además, muy divertido. Cuando se acaba la fiesta, bombardeo a Valentina para que me diga de todo sobre este chico. Y así es como me enamoro de un chico que no volveré a ver nunca más.
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Mi dulce fantasía
RomanceSummer Bech es una chica con aspiraciones y mucha ambición, acaba de dejar su trabajo en la empresa de su padre, después de estar tres años trabajando ahí, todo para cumplir su sueño de ser wedding planner. Aunque cuando por fin consigue su primera...