- Amelia, es de frente – informó Luisita ante la señalización estaba indicando la morena para cambiar de dirección.
- Ya, ya lo sé – respondió tranquilamente mientras disminuía la velocidad al aproximarse al cruce.
- Entonces, ¿por qué giras a la derecha? – preguntó la rubia.
- ¿No has visto el cartel de atrás?
- No – negó Luisita.
- Pues menuda copiloto llevo... – bromeó la morena. – Vamos a ver otro sitio primero y de paso, comemos por allí. ¿Te parece? – consultó Amelia mirando fugazmente a Luisita.
- Me tendré que fiar de ti – pronunció no muy convencida.
- No te queda otra – le sonrió.
- No – confirmó Luisita con una mueca.
Entre salir de la cama, preparar la maleta y otros entretenimientos, habían salido de casa bastante más tarde de lo que habían previsto en un principio y encontrar un restaurante en el que comer un día de diario cerca de las tres de la tarde no iba a ser tarea sencilla.
- Por aquí vamos a comer poco, Amelia – dijo Luisita con la vista puesta en las tierras de secano que las rodeaban. – Y más vale que no se averíe el coche, que aquí no nos encuentra nadie.
- ¿Puedes ser más dramática, cariño? – demandó entre risas la morena.
- Sí, puedo.
- Vale, pero no quiero comprobarlo – señaló. – En diez minutos estamos.
- ¿Estamos dónde? Que yo no veo civilización cercana – manifestó Luisita provocando que Amelia soltara una carcajada.
- Eso te pasa por no ir atenta a la carretera – la regañó dando unos ligeros golpecitos en su pierna. – ¿Te suena el castillo de Loarre? – interrogó finalmente.
- ¿El de El Ministerio del Tiempo? – Amelia asintió. – Sííí – respondió con tanto entusiasmo que llamó la atención de Mérida, tumbada en los asientos traseros.
- Pues ya no tienes sorpresa – confesó la morena rompiendo la magia.
- ¿Vamos ahí? – preguntó con sus enormes ojos marrones abiertos como platos y la ilusión de una niña pequeña reflejada en su cara.
- Sí – confirmó Amelia, feliz con la reacción de la rubia ante el cambio de planes. – Bueno, primero creo que vamos a comer por el pueblo si encontramos algún bar donde podamos pillar por lo menos un bocadillo y después subimos hasta allí.
- No sabía que estaba tan cerca.
- Sí. En realidad nos hemos desviado un poquito, pero ya aprovechamos antes de ir al hotel.
- ¿Has venido alguna vez? – se interesó la rubia.
- No lo recuerdo. A lo mejor de pequeña, antes de que se hiciera famoso. Desde que apareció en El Ministerio alguna vez hemos dicho de venir, pero lo hemos ido dejando.
- Jo, que guay. ¿Se podrá visitar?
- ¿Quieres ver a Leiva? – rio Amelia. – A lo mejor han hecho una reproducción de una celda para funcionarios rebeldes – bromeó trasladando la ficción a la realidad.
- A Leiva lo sacaron al final – se burló Luisita.
- Sí, y no acabó bien – lamentó la morena.
- Delante de Irene, pobrecita – dijo apenada recordando el destino de uno de los personajes de la ficción.
- ¿Era tu preferida? – demandó Amelia apartando unos segundos la vista del asfalto para ponerla en Luisita.
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Sueño de una noche de verano
FanficLos reencuentros no son siempre felices, sobre todo si éstos te devuelven al presente momentos del pasado que prefieres no recordar. Luisita y Amelia se conocieron en el pasado y ahora, las circunstancias de la vida las vuelven a situar en el mismo...