Capítulo 4: Misgrit Refugium

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El Refugio de Misgrit

Ya era el atardecer cuando los mestizos acabaron de remendar todos los daños del barco. Las velas parcheadas ondeaban a causa de la suave brisa marina, los mástiles y el casco estaban llenos de  tablones de madera para que permanecieran reforzados, mientras tanto Serona se ocupaba de dirigir a los tripulantes para que supervisaban las últimas reparaciones y asegurar un buen viaje.

Otto ayudaba a llevar el cargamento pesado a la cubierta moviendo de un lado a otro las cajas de las provisiones, al fin y al cabo era uno de los mestizos más grandes y corpulentos del grupo, por lo que siempre tenía trabajo que hacer.

Vagamente Yuri se dio cuenta del crujido del ancla al elevarse del agua y emitir un breve chapoteo. Ella no experimentaba la necesidad de disimular su vigilancia hacia Jessen mientras seguía inconsciente bajo la sombra de la lona. Al menos hasta que Nene se le aproximó  para enseñarle algo que llevaba atrapado entre las manos.

— ¡Mira Yuri! Encontré un pequeño Rogrejo en las rocas. — Indicó risueña mientras abría lentamente las manos, entonces se pudo ver entre los dedos una diminuta criatura con forma de piedra que la observaba con sus ojos alargados de crustáceo.

— No tardes en soltarlo, esos bichos se enfadan con rapidez. — Advirtió Yuri desviando la atención hacia la cubierta cuando escuchó a algunos refugiados  quejarse del hambre a Serona.

— Ya no quedan más reservas, Conseguir la comida por vuestra cuenta. — Indicó tenazmente la mestiza.

— Llevamos dos días sin comer ni beber y muchos incluso más, estamos exhaustos. — Indicó un mestizo de caballo que llevaba un brazo vendado. — No quedamos ni la mitad de los refugiados que éramos antes, porque muchos  murieron durante la batalla o por las heridas.

Aquel mestizo tenía razón, los refugiados fueron los que mayormente sufrieron el ataque de la Orden Blanca antes de que diera comienzo la batalla. Muchos de ellos ahora se encontraban adoloridos y hambrientos mientras esperaban sentados en la cubierta.

— El barco no tardará en zarpar. — Señaló Serona mostrándose implacable ante sus palabras. 

« El refugio al que nos dirigimos tiene mucha comida y agua con la que podréis saciaros.

— A este paso no quedará un solo refugiado vivo antes de acabar el viaje.

— Te lo repito... pronto zarparemos. — Reiteró Serona seriamente. — Y deja de una vez de alterar al resto de los mestizos, si quieres comida, apáñatelas, y sino te callas y esperas como el resto.

Un silencio tenso se extendió rápidamente en la cubierta cuando la mestiza le dio la espalda. Algunos de los guardias mestizos incluso la miraban de vez en cuando mientras aseguraban las velas, apartando la vista rápidamente cuando ella pasaba cerca suyo.

Yuri no veía bien la actitud de la mestiza, pero ella no se veía en la posición de poder hacer algo al respecto, ya que también sentía la fatiga del viaje, por lo que se limitó a esperar mientras veía a Nene jugar con el Rogrejo entre sus manos.

. . . . . . .

Cuando se desplegaron las velas el viento empujó el barco y comenzó a moverse sobre la marea. El agua golpeaba el casco y lo hacia zarandear de un lado a otro con suavidad. 

Cuando Yuri vio a la tripulación ocupada con el viaje y a Serona dirigiendo el timón, dejó de vigilar a Nene mientras ella dormía y comenzó a ojear entre los barriles para buscar una fruta o algo que llevarse a la boca, pero apenas podía encontrar más que sogas y sacos de tela vacíos. 

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