•· Capítulo 18 ·•

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¿DE QUÉ ME PERDÍ? CENA CON LOS ANDERSON. Parte II

KATIE ANDERSON

En ese momento estuve en un estado de shock y con un desconcierto inmenso. ¡¿Qué estaba diciendo?! Y... ¿Por qué mi sexto sentido me decía que sí teníamos algo que ver con Lucas?

Lo siguiente me dejó más estupefacta.

Lucas de inmediato formó una gran sonrisa maliciosa en aquellos labios carnosos, y dirigió su vista retadora hacia mi padre.

—¿A qué se refiere en específico, señor? —seguía con la comisura de sus labios arqueada.

—Oh, no me digas que no sabes, Luca — cuando mencionó aquél nombre con un propósito que yo no entendía, algo en mí despertó esa noche.

Y en ese preciso instante solo me interesaban dos cosas que por mí, tendría que descubrir.

1. Averiguar el motivo y el origen de por qué ya habían dos personas que llamaban a Lucas así.

2. Revelar el secreto de mi familia.

1% de éxito, 99% fe.

Me mantuve seria por la confusión latente y accidentalmente choqué con la mirada de mamá y sabía que esto estaba a punto de ponerse peor. Ella permanecía asustada, perdida, incluso hasta por un momento creí que intimidada. Solo que al parecer yo era la única que no comprendía nada al final de todo.

—Oye cariño, ¿querrás del postre? —¡¿cariño?! ¿De dónde venía esto? ¿Realmente mi madre había dicho eso?

Negué con la cabeza aún medio aturdida por la rareza del momento. Mi pie rozó el tobillo de Lucas y al verme suavizó un poco la expresión, pero luego mi padre habló.

—Y bueno, sin desviarme tanto del tema... ¿A dónde vivías antes de llegar a la ciudad? —inquirió.

Lucas jugó con sus dedos y lentamente apretó su mandíbula.

—Al otro lado de la ciudad aproximadamente a una hora de aquí —zanjó el castaño.

—Uhm, comprendo...—respondió mi padre tras un suspiro—, bien, entonces supongo que ahora vives acá junto a tu ma...

Mi papá, el mismísimo James; había sido bruscamente interrumpido por el chico a mi lado, logrando que con ésto cerrara su boca de una manera abrupta.

—Con mucho respeto señor Anderson, pero yo supongo que esto era una cena familiar a la cual acepté venir con amabilidad, no un cuestionario de preguntas personales —hizo una pausa—. Además, creo que no sería de suma importancia —espetó.

Mi madre rápidamente abrió sus ojos al límite, y yo entreabrí los labios con sorpresa.

—Con que muy educado el muchacho que traen a casa —mi padre levemente apretó sus puños sobre la mesa con repulsión fulminándolo con la mirada.

—Agh, ¿en serio usted me hablará a mí de educación? —soltó una risa socarrona, con nada de gracia—, oh ya entiendo —ironizó como si acabara de acertar en algo—. Estamos jugando a las mentiras y es mi turno... —murmuró.

Tragué grueso aun sin entender y lo miré detenidamente notando una cosa; lucía con la misma expresión que papá. Enojado, con los puños apretados y la mirada vacía. Un Lucas que no conocía.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora