CAPITULO 13

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EL HONOR DE UNA DAMA
CAPITULO 13
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Aquello no podía estar pasándole otra vez, encerrado en un desván y esta vez por una chica, sólo en sus sueños más húmedos podía llegar a imaginarlo. Estar amarrado y en una situación comprometedora era de las más excitantes para verse involucrado con resultados satisfactorios... pero este caso era diferente.

Era el prisionero de una chica.

—¿Cómo fue que no la reconociste, imbécil? —Se reprendía asimismo, quizás era la prisa, el hambre o cualquier otra cosa que le nublo la mente y no le dejo darse cuenta de que era era la joven que hace unos días le dio una tacleada.

De las mejores que alguien le había dado en su vida. Pero también sabía que él tenía algo suyo, se hizo esa promesa de que se lo devolvería... claro, solo sí salía vivo de las garras de esa chica malhumorada que tenía sed de venganza bien dirigida a él en ese preciso momento. Reviso la única ventana del lugar, estaba muy elevada como para intentar escapar y el suelo era ruidoso. Aunque había estantes y muebles para trepar sobre ellos su mala posición y un mal paso podrían hacer ruido, podría caerse y empeorar su situación, por lo que una huída silenciosa no sería lo que obtendría si intentaba salir de ahí... al menos en una pieza.

—Bien... está vez si que estás atrapado —Se dice asimismo, los ojos le pesan y todo le duele, había pasado por mucho en varios días y ya su cuerpo estaba empezando a pagarle factura. Al menos ese día logro comer algo para recuperar sus energías.

No le queda de otra que recostarse en un rincón del desván entre viejos muebles y libros para cerrar los ojos y aunque quisiera leer algo sabe que debe aprovechar el tiempo para dormir. Era su segunda lección, dormir lo que pudiera, para que la mente recuperará sus energías y pudiera pensar con claridad. La única ventaja de ese encierro, es que a pesar de que nada está concreto, puede dormir sin aguardar que intenten lastimarlo... por ahora.

Sin embargo, el colmo era que de todas las cosas que pudiera hacer soñado, estaba soñando con la atolondrada y nada delicada chica que lo había encerrado. Si, después de un día de trajín a veces entre sueños se rememora cada instante vivido y solo el haber encontrado a esa jovenzuela en una muy transparente bata de dormir desmayada entre la lluvia era suficiente para que en varias ocasiones le tocará abrir los ojos... Y al final, de acostumbro a esa imagen que lo hizo elevarse en lo más interno de sus sueños, entremezclandose con la imagen de su amada madre y su adorado padre, que lo llamaba entre sueños y aguardaban a qué algún día fuera reconocido y encontrará el camino a casa.

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Los jornaleros y las mucamas tratan en lo posible de arreglar la casa después de todo el desastre de la noche anterior, mentalmente estaban agotados al igual que Candy. La joven pasa la tarde encerrada en su habitación, angustiada, aún con el cuerpo doliendole, la mente alborotada, llena de miedo, no quiere sentirse así, refleja debilidad y no quiere mostarse así para ellos, quiere estar fuerte y tomar las riendas de la casa mientras su padre no esté ¿Pero como hacerlo? Tenía todas las nociones de lo que se debía hacer pero no sabía si lo haría bien.

—Señorita Candy —A la habitación, la señora Jenkins toca para verificar el estado de la joven, trae una bandeja con agua caliente, miel y limón para calmar sus nervios —¿Se siente bien? ¿Quiere beber algo?

—Si, estoy bien —Responde la chica incorporadose sobre la cama, la señora Jenkins se sorprende al verle las mejillas hinchadas, esos malnacidos la habían golpeado fuerte. La miel y el limón podrían esperar, esa niña era su responsabilidad.

—Baje conmigo a la cocina para que coma algo y aplicarle una pomada para sus heridas.

—Yo... solo quiero que mi papá aparezca —Sentencia la joven derramando un par de lágrimas que elimina bruscamente —Es lo único que me queda en el mundo. Yo... aún no estoy preparada para perderlo... ningún hijo puede prepararse para esto.

EL HONOR DE UNA DAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora