Zoro clavó el rastrillo entre las hojas que aún le quedaban por recoger, mientras suspiraba y observaba el cielo nocturno que pendía sobre su cabeza. Si alguien, alguna vez, le hubiera dicho que, nada más empezar la universidad, estaría allí, dentro de un cementerio, recogiendo las otoñales hojas caídas de los árboles, se hubiera reído en su cara antes de seguir bebiendo alguna jarra de cerveza. Pero la verdad era que tenía mucha suerte de estar allí dentro, aun siendo en plena noche; su padre había aceptado sus súplicas —tras pasarse todo el verano ensayándolas— y le había conseguido un trabajo como celador nocturno en el cementerio local.
Y, a pesar de lo aburrido que era aquel trabajo, le pagaban bastante bien. Había veces que incluso sonreía con diversión al recordar la cara de puro terror de Usopp, uno de sus mejores amigos, cuando le contó al grupo su "curioso" trabajo.—¿No has escuchado cosas raras ni has visto nada fuera de lo normal? —le había preguntado el narizón, intentando controlar, a duras penas, el temblor de pavor que le recorría la piel con tan solo imaginarse a sí mismo trabajando en un lugar como ese. Zoro, por su lado, resopló con cierta burla.
—¿Sigues creyendo en esas historias de fantasmas y gente enterrada viva?
—Obviamente no —mintió Usopp—. Pero no deberías burlarte de algo así. A los muertos hay que tenerles consideración —había añadido, señalándolo con un dedo mientras el peliverde ponía los ojos en blanco.
No es que no tuviera respeto por los que ya se habían ido. Todo lo contrario, su familia le había inculcado la creencia de que había que mostrar total respeto a la memoria y obra de todos sus antepasados.
Pero había que ser claro.Bajo la tierra que ahora mismo pisaba, dentro de aquellas cajas de madera carísimas, ya no había nada.
No había ojos que, antaño, pudieron haber brillado con cariño, ni rostros que parecieron, en su día, haber sido esculpidos con el más fino mármol, ni siquiera pieles curtidas por el tiempo y el trabajo.
Ahí, bajo tierra, bajo las lápidas con nombres desgastados y epitafios honrando lo buena persona que había sido en vida, sólo había huesos resecos y polvo cubiertos con lo que alguna vez fue la ropa que los familiares habían decidido ponerles.
Él honraba a las almas, no a sus ataúdes.
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𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐲𝐨𝐮 𝐝𝐚𝐫𝐞
FanfictionComúnmente se dice que "la curiosidad mató al gato", pero quizás el gato solo gastó una de sus siete vidas para saber... o, tal vez, la curiosidad decidió ser benevolente tan solo por aquella vez. 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 𓃋 ⤞ C...