Mi vida, mis decisiones

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06:55 - Suena por primera vez el despertador de la misma mañana de cada día de la semana. Suena por primera vez el despertador pero no será hasta que suene cinco veces más, con intervalos de cinco minutos, cuando Celia decida levantarse de la cama.

Se sienta en el borde de la cama, se aprieta los ojos con las manos intentando conseguir la fuerza que necesita para ponerse en pie un día más. Piensa, sin querer pararse mucho tiempo, en cómo ha cambiado su vida en menos de un año, y entonces se le escapa una leve sonrisa al ver a Mario move in su cuna. Se para ahí para verlo despertar y justo cuando estaba abstraída de la realidad un ruido en el pasillo la hace volver a las 7:20 de aquella mañana.

- Mami ¿ya es la hora?

- Si cariño, ya sabes lo que toca. No te despistes que sino no llegamos.- previene a su hijo de once años que el tiempo es escaso.

Celia prepara un biberón, un desayuno para su otro hijo, se viste a toda prisa, apenas se maquilla, eso lo hará de camino a la oficina o tal vez cuando llegue.

En cuarenta minutos niños preparados y ella lista aunque no puede dejar que se le escape un pensamiento. ¿Todo sería diferente si él estuviera aquí? Tal vez no. Todo sería exactamente igual, solo que ella se sentiría algo más respaldada al creer que preparar una cena; dejar un cocido para el día siguiente listo; o escuchar que no llegaría a tiempo para recoger a sus hijos del colegio, es lo que se necesita de un hombre. Su hombre. El que creyó que lo dejó todo por su amor y resultó que dejó todo por su propio amor.

Encontrarlo con la vecina del tercero enrollados en el ascensor y descubrir que aquella historia había empezado meses antes, incluso de que ellos decidieron ser padres de nuevo le tambaleó los cimientos de si misma.

Había hecho lo correcto aunque aún a esas alturas ella seguía sin saberlo. Ella valía tanto que ni siquiera el amor de un hombre o de tres mil, sumaban su valía. Ahora era su vida, ahora era su sola decisión.

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10:00 Suena el despertador, Silvia lo apaga y aunque intenta hacerse un poco más la remolona en la cama, piensa que es buena hora para ponerse manos a la obra. Va hacia al baño, el agua fría en la cara la despierta y se observa en el espejo. Se pone de perfil y sonríe al comprobar que ya se va notando, justo al acariciarla sus dedos desnudos de ningún brillante la hacen soñar en lo distinto que hubiera sido con todo lo demás primero.

Se prepara su desayuno y mientras lo toma lee un poco del libro de turno que le saca sonrisas, alguna lágrima, la hace vivir amores de películas y le enseña detalles sobre el sexo que creía olvidados o simplemente no sabía que existían.

El teléfono la reclama. Al atenderlo ya sabía quién estaría al otro lado y sonríe al ver que no se equivocaba.

- Hi Mom.

- Silvia, te espero en casa para ir juntas al mercado, Juana la vecina dice que ya la frutera ha traído la fruta de temporada.

- Perfecto mamá, en media hora estoy ahí y vamos juntas.

Se despiden y Silvia no pierde tiempo, se viste, se arregla un poco el pelo, ojea el calendario del menú semanal que tiene cogido con imanes en el frigorífico, coge el abrigo y sale de casa.

Silvia es una mujer de las de hoy con una vida que ha elegido que tal vez sea parecida a las mujeres de las de ayer. Dejó un trabajo que la hacía ver a los que quería solo los fines de semana y volvió a casa con el hombre de su vida. Para dedicarse a ella, a él ya su casa por completo. Y la sonrisa que en su rostro se dibuja no la hace mejor o peor que el resto de las mujeres.

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