CAPÍTULO 1: RECUERDOS

24 2 0
                                    

— No importa lo que haya pasado, aunque sufro por esto ... ¡Yo te amo y esto se ve patético pero realmente puedo dejar pasar todo y estar contigo! — Solté con lágrimas en los ojos mientras abrazaba a aquel chico por la espalda.

— Oye... Yo no quiero que esto terminé así pero fue inevitable, ya que has descubierto todo lo mejor es que te olvides de mí y sigas tu vida. Mientras más rápido mejor para los dos... — Decidido y sin ningún tipo de arrepentimiento me apretó del brazo y lo soltó, sin más vi como ese hombre se alejaba de mí.

— Pero...

— ¡Aghhh! — Gruñí entre sueños al escuchar ese espantoso ruido que siempre me despierta por las mañanas.

Aunque admito que si no fuera por esa alarma, no me movería para nada aun así este temblando y estaría todo el día en esa cama tan cómoda. Pasaron cinco minutos para que yo logrará reaccionar y con mucho trabajo me puse de pie para apagar esa fastidiosa alarma, tanto era el sueño que tenía en ese momento que ya iba a acostarme nuevamente, cuando reaccione de que tenía que ir a trabajar.

Ya eran las siete de la mañana y yo soy de las mujeres que tarda exageradamente en arreglarse, la presión ya estaba al máximo que no pude evitar correr rápidamente al baño, encendí la regadera y sin dudar entre deslizando la puerta, a los pocos minutos salí y me lavé los dientes, caminé con velocidad hacia el ropero buscando la falda y aquél saco sencillo pero formal, al sentirme conforme con el atuendo corrí hacia el tocador para terminarme de arreglar. Al finalizar salí como loca hacia la estación del autobús.

— ¡Espera Elizabeth! — Así es, como ya era costumbre esos gritos provenían de mi madre, siempre que alzaba su voz me hacía dar un brinco del susto.

— ¡Mamá acaso me quieres matar?! ¿Qué pasó?

— ¿No hueles ese delicioso aroma? Es tu desayuno ¿No comerás, aunque sea un poco?

— Ya se me hace tarde...mejor me voy. — Si bien quería disfrutar esos ricos hot cakes acompañados de fresas con miel y una taza de café, tuve que dirigirme a la puerta y salir.

— Bueno Eliza.... — Eso fue lo último que escuche después de cerrar la puerta y dar unos cuantos pasos.

En cuanto recordé que ya tenía un par de segundos de retraso, aumenté el ritmo sin detenerme ni un segundo. Pasaron poco más de cinco minutos para que al fin llegará a la parada del autobús, por suerte o desgracia aún no llegaba dicho medio de transporte.

— ¡Maldición! Voy a llegar tarde otra vez... ¿Cómo es posible? ¡Ya tienes veinticinco años y todavía no aprendes!

— Tienes que levantarte a tiempo, que ya no eres una niña. — Discutía sin fin conmigo misma.

— Estoy acabada, no quiero ni imaginar el regaño que me darán esta vez... — La angustia aumentaba al ver que no llegaba el autobús, me paso por la mente en tomar un taxi e irme, pero tan mala fue mi suerte que todos los que pasaban estaban ocupados.

Tratando de calmar mis ansias opté por sacar mi celular, conectar los audífonos inalámbricos y escuchar música, pude ver como se acercaba con gran velocidad aquél Ferrari rojo del año, era increíble ver como hoy en día hay personas tan inconscientes e imprudentes.

En un abrir y cerrar de ojos aquel auto ya estaba enfrente de mí... No pude ver a la persona que tenía el descaro de manejar de ese modo.

Bajo su vidrio y pude apreciar a ese chico de piel blanca, de cabello y ojos marrones. Por un momento me perdí en su belleza, quien no se fijaría en esa persona cuando parecía modelo con ese traje azul marino que vestía, esos buenos pensamientos se desvanecieron en un instante...

Enredos & ConfesionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora