Parte única.

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Un día blanco, un día nevado. Muy nevado. Demasiado nevado para lo habitual que era en esos días de invierno. Pese a que todo, absolutamente todo, estaba lleno de blanco hielo, la temperatura no era tan baja como la noche anterior. El sol estaba ayudando a los habitantes de Tokio a no morir de frío cuando salían de casa.

En una de esas casas cubiertas por la helada, ya no tan helada, se encontraban dos muchachos con una taza de chocolate caliente entre sus manos y, sentados en el kotatsu, veían muy concentradamente un partido de Voley en la televisión. En aquella pantalla una suave cabellera naranja muy conocida por ambos chicos se robaba la atención, al igual que ese alto y gran hombre zurdo que daba unas anotaciones capaces de arrancarte un brazo.

―¡Ah, como se esperaba de mi dicipulo!― exclamó el peli plateado, orgulloso de ciertas jugadas que había perfeccionado con Hinata en el campamento anterior.

Kenma le dirigió una mirada tranquila pero entretenida, con una pequeña sonrisa en sus labios manchados por el chocolate. Bokuto lo miró también, algo confundido al principio pero luego compartió el gesto, multiplicando esa sonrisa por diez, como sólo como él sabía hacerlo.

Ambos habían estado acurrucados en el kotatsu, sentados uno frente al otro, desde que el partido había comenzado. La madre de Kenma no pudo volver de su viaje desde Hanamatsu debido a las fuertes tormentas que llegaron de golpe y Bokuto se ofreció a acompañarlo hasta que su madre llegara. No quería ver solo a pudín.

A un lado de la gran garra con chocolate caliente había un bol lleno de galletas, de las cuales Bokuto se había comido la mitad. Kenma no lo culpaba, estaban realmente deliciosas. Eso le hizo reír otra vez.

―Hoy estás muy alegre, pudín― dice el peli plateado jugando con sus pies debajo de la mesa, inquieto por la respuesta que esperaba ―. ¿Sucedió algo bueno hoy?

Kozume asintió, sin embargo, guardó silencio.

Kotaro hizo un puchero.

―Vamos, no seas así. Yo quiero saber.

―Es un secreto, Bokuto-san.

―Buuuh...

El de cabellos amarillos sonrío una vez más y puso su cabeza sobre la mesa, siendo esta tapada por su largo pelo; a pesar de esto, podía ver perfectamente el partido en la TV. El desarrollo de Hinata en esos momentos lo hacían tener más y más ansias de que La Batalla del Basurero se hiciera nuevamente. Pero había algo que deseaba más que ese partido: una persona.

Una persona alta, de cabello plateado y que gritaba "¡Hey, hey, hey!" cada vez que veía a algún conocido o en medio de sus partidos. Alguien que era capitán de cierto equipo amigo-rival de Nekoma. Alguien que era uno de los mejores amigos de su mejor amigo de la infancia. Alguien que, desde hace tres años...

Alguien que desde hace tres años estaba enamorado perdidamente de Akaashi Keiji.

Había veces en que se preguntaba: ¿Si hubiera descubierto estos sentimientos antes, habría tenido oportunidad? Si tan sólo ese día en el campamente hubiera tenido el valor de decirle lo que sentía, ahora mismo, podrían haber estado de novios bajo este kotatsu. Si tan sólo le hubiera hecho caso a Kuroo. Había otras veces en las que simplemente llegaba a casa, terminaba de matar al jefe final y rompía en llanto sobre su cama a oscuras.

En secreto, aunque esto Kenma no lo sabía, Kuroo le escuchaba sollozar por que se le quedaba la ventana abierta. Esas eran las peores noches para los dos. Ninguno podía dormir hasta la noche del siguente día.

Pese a todo el sufrimiento, Kenma siguió en su postura de castigo:

―Es mi culpa el no haberme declarado antes. Ahora necesito apoyarlo con todo y fingir que no lo amo.

Un día nevado •One Shot• •BokuKen• •Lemon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora