El ruido de la alarma, ese día no sonaba tan fuerte, sino más bien apagado, como un eco lejano. Probablemente fuera porque había pasado gran parte de la noche en vela, y su cuerpo se negaba a desprenderse del calor y la suavidad de las sábanas.
Sin darse cuenta de que la razón por la que sus ojos se abrían era el incesante chillido del despertador, trató de enfocar la imagen frente a él, y la visión borrosa de una enmarañada melena oscura en el lado derecho de la cama lo sobresaltó, haciendo que se sentara de golpe. Un parpadeo fue lo único que hizo falta para que aquella melancólica imagen se desvaneciese, sin dejar rastro físico.
Extendió su mano hacia aquel lado del colchón que ya nunca ocupaba, porque sentía que no le pertenecía, y apretó la tela dentro de su puño, conteniendo las lágrimas. Una parte de él deseaba que los sentimientos que aquel doloroso espejismo le había generado hubieran desaparecido tan rápido como el mismo; pero otra parte de él deseaba aferrarse a ellos, porque le hacían sentir que todo lo que un día había pasado y no volvería a pasar, era real. La angustia en su pecho se lo recordaba.
Tantas cosas le había dado tiempo a pensar y sentir en tan solo unos segundos, que ya sentía que llevaba horas despierto, aunque no fuera así.
Captó su atención un ronroneo, seguido de una caricia suave contra su espalda. Suspiró, mientras la caricia avanzaba hacia su torso, y extendió su mano para devolver el cariño que él estaba recibiendo.
—Buenos días, Peke J.
El gato maulló, haciéndolo preguntarse si es que había reconocido su nombre.
Fue ese pequeño gesto lo que lo devolvió a la realidad, y se obligó a sí mismo a levantarse, sabiendo que aunque no tuviera clase, si le quedaba una ocupada mañana por delante.
Se fue directo a la ducha, y se engañó a sí mismo, diciéndose que no había mirado el papel sobre el escritorio, aunque sí le había dedicado una buena mirada de reojo.
Cuando entró al baño recogió su pelo en la parte más alta de su cabeza, sin poder evitar que algunos mechones de la parte delantera se escaparan.
«Si tuviera el pelo más largo, esto no me pasaría» pensó.
El pelo más largo…
Iba a ser un día difícil. Pero él lo había decidido así, y no iba a echarse atrás. No pensaba acobardarse.
Se dio una ducha rápida, y salió del baño enfadado, porque no había llevado ropa para vestirse allí, y tenía frío. De vuelta en su habitación, cogió del armario las prendas que estaban más arriba en las pilas de ropa, y se vistió ante la atenta mirada de su pequeña mascota.
Le regaló una sincera sonrisa mientras se abrochaba el pantalón, y después de ello, salió hacia la cocina, dejando la puerta abierta, para que Peke J pudiera pasearse por dónde quisiera.
Puso agua a hervir, y se planteó si debía comer algo antes de salir de casa y el qué. Optó por absolutamente nada, porque simplemente no le apetecía, y dejó la cocina encendida mientras caminaba de vuelta a su habitación.
—Peke J, quédate vigilando —le dijo al felino que acababa de hacer aparición en la instancia.
Sabía que no podía dejar nada al fuego sin vigilancia, tan bien como sabía que Peke J serviría de poco como vigilante. Quizá debía esperar a que el agua hirviera antes de salir de la cocina. La madre de Baji nunca les dejaba salir de la cocina dejando algo encendido.
De nuevo el pinchazo en el pecho.
Fue a su habitación, disculpándose mentalmente con su vecina. Por dejar el agua al fuego sin vigilancia. Por todo lo demás.
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from Chifuyu; to Baji (de Chifuyu; para Baji) [bajifuyu oneshot]
Fanfiction«Baji-san... Yo... Yo vine por algo. Vine porque quería decir algo, algo que no pude decirte antes, y que tampoco me he atrevido a reconocer estos días... Te he escrito una carta. Es decir, he escrito una carta. Aunque sí que es para ti, así que sí...