She | Jenlisa

𝟯𝟴

Lisa se devolvió a la casa de Jennie, cuando llegó se quedó mirando a la puerta. Pensando en si debería entrar o no.

Claro que sí, entró, y toda la casa estaba silenciosa.

Subió las escaleras rápidamente y se asomó a la puerta de la habitación de Kim.

Y la vió abrazando sus piernas, mirando a la nada.

—Uhm... volví...— avisó Lisa en un susurro, e hizo que Jennie la mirara apenada.

—Hola Lisa...— saludó cabizbaja.

La tailandesa entró, y se sentó en la cama y la miró.

—Kim, lo siento... no debí actuar así...

La contraria la miró y sonrió un poco.

—No, yo me debo disculpar, debí haber bloqueado a Haneul... de hecho, lo haré ahora.

Dijo Jennie y agarró su celular para hacer lo que dijo.

—Haneul me dijo que hablaron en el metro... de mí...— comentó Manoban en voz baja.— ¿Soy una idiota?— le cuestionó susurrante.

La castaña s se quedó en silencio, e hizo un puchero.

—No... yo no estaba de acuerdo con lo que dijo ella...— le explicó y suspiró.— traté de defenderte lo más que pude...

Lisa sonrió con tristeza. Sabía que su chica no hablaría mal de ella de tal forma.

—¿No pasó nada más?— preguntó la mayor y Jennie negó.

—¿Que le dijiste a Haneul?— preguntó curiosa.

Lisa río leve y se acercó a ella gateando en la cama.

—No mucho... solo le advertí que si te hacía daño, iba a lamentarlo.— respondió y le dió un beso.

Jennie río leve por las maripositas que empezó a sentir. Y miró la bolsa.

—¿Que te dió esa loca?— preguntó y abrió la bolsa.— Medicamentos, medicamentos, jarabe... remedio para la fiebre... propóleo... ¿Lubricante?— sacó la cajita, y Lisa se la arrebató.

—¿Y esto?— se preguntó mientras veía la caja entre sus manos.

—Eh, en el metro me temblaban las manos y las piernas...— dijo Kim, tal vez eso hizo que Haneul comprara tal cosa.

Lisa soltó una risa.

—¿En serio? A este paso todo el mundo se dará cuenta.— chistó.

—¿Deberíamos estrenarlo?— preguntó Jennie y Manoban se puso roja.

—Mm, ¿Quieres usarlo?, no sé si sea buena idea, hoy fue un día tenso.— dijo Lisa.

—Tener sexo ayuda a relajarse.— la castaña se acercó a ella un poco más.

—¿En serio? Mmh... Hoy amanecimos hormonales, ¿Jennie?— cuestionó sonrojada mientras observaba sus labios.

—Ya no te veo muy enferma.— le tocó la frente, y como no estaba nada caliente se tiró sobre ella para besarla.