~CAPITULO 41~

8.6K 477 33
                                    

Abro mis ojos encontrándome con un Sam mirándome y brillandole sus ojos de mirada penetrante. Le sonrio y le doy un casto beso en sus carnosos y rosados labios. Me atrae más hacía él desde la cintura donde me tiene sujetada y yo me enredo más con mi pierna encima de su cadera.

—Buenos días—digo con voz ronca.

— Buen día, preciosa.— Su voz me estremece.

—¿Te despertaste hace mucho?

— No, cariño. Sólo hace unos minutos.— Asiento.

—¿Vamos a desayunar?—inquiero tallando mi ojo.

— Yo te desayunaria a ti, caramelito.

Rio y niego divertida.

—¿Y luego yo soy la pervertida?— Ríe y esa risita fue excitante—Aunque a decir verdad, no vendría nada mal empezar el día por las nubes.

Alza sus cejas y me mira con cara de: "no me lo digas dos veces o lo lamentarás"

— No me provoques, muñeca.

—¿Y qué si lo hago?

Comienzo a frotar su polla con mi pubis, sintiendo como se va abultando.

Sí, me he puesto algo pervertida.

Pero, ¿quién no con este potrazo?

Que lo único que a hecho es follarme cada que podía y dejarme insaciada. Él me volvió así de pervertida.

Sam, es uno hombre que cuando empezamos todo esto pensé que no sería una bestia en la cama, bueno tampoco pensé que fallaría con él, ni tampoco le tendría un cariño inmenso. Se ha vuelto una parte importantísima en mi vida. Como yo lo describo, Sam es un hombre que es súper cariñoso, romántico con los que les tiene mucha confianza obviamente pero en la cama es una bestia que sabe domar salvajemente. Eso lo dice mi cuerpo, me ha dejado con el cuerpo temblando y con dolor de lo duro que me ha dado y yo por obvias razones me he vuelto toda una adicta a ello.

En conclusión; todo él me encanta.

—¿Así que la hermosa princesita quiere jugar?—pregunta.

— Un mañanero no vendría mal, ¿cierto?

— Estoy de acuerdo y por lo considerado que soy con mi esposa, le concederé su petición.

Estampa sus labios en los míos y comienza a moverlos con frenesí, jadeo sorprendida y le sigo su sabroso beso, ni siquiera nos importa que no nos hayamos lavado los dientes.

Muerde mi labio inferior y tira de el, se posiciona arriba mío en medio de mis piernas, abrazo su cadera con ellas, siento su polla erecta en mi vagina y mis bragas se mojan al contacto. Pasa su lengua acariciando mis labios, gimo y jalo su cabello con una de mis manos mientras la otra lo atraigo más de la nuca para profundizar el beso. Su lengua inspecciona mi cavidad. Quita mi camisón de seda y luego la estorbosa sábana que nos tapaba para caer al suelo. Rompe mis bragas, creo que se le a hecho costumbre hacerlo. Me deja expuesta a él.

— Tu cuerpo es como una obra de arte.— Me devora con su mirada.

Sonrio y le ayudo a quitar su bóxer, su gruesa y palpitante polla queda ante mi vista, se me hace agua la boca de tan solo verla. Me recuesta de nuevo y besa mi cuello, lame mi clavícula y va bajando hasta llegar a mi seno izquierdo, lo mete en su boca y succiona mi pezon como si de un bebé fuese, jadeo por ello. Hace lo mismo con el otro, mi feminidad chorrea y a lo que Sam tiene su miembro pegado a ella se resbala excitandonos, mi corazón bombea rápido.

Sin aviso previo se hunde en mí a lo que gemimos ambos, sus embestidas son suaves para acostumbrarme, sube su aceleración más veloz, elevo mi pierna y la dejo en su hombro sintiéndolo profundo. Gimo.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora