Prólogo

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9 de agosto del 2000.

Millbrook, New York.

Las llamas de fuego vivo cubrían toda la propiedad; El crujido de la madera quemándose, los gritos despavoridos de la gente, las sirenas de policía sonando como ruido lejano y tan cercano a la vez. Había sangre, lo sabía.

El techo se caía a grandes pedazos de madera pesada, totalmente consumida por el fuego.

Si concentraba bien su oído podía escuchar la risa desquiciada de su padre a lo lejos, entremezclándose con el fuerte y repetitivo sonido de las sirenas.

Un pequeño llanto diferente al resto llamó su atención.

Lejos de su escondite, a través del agujereado sofá pudo distinguir una cunita portátil de tela. Fijó sus ojos en te techo y su sangre se heló cuando predijo que el techo se caería en cuestión de segundos, aplastando al posible ser humano que lloraba bajo.

Siempre tuvo ese problema, tenía un complejo de héroe sin capa roja que salvaba a los más necesitados. Su madre siempre le dijo que era demasiado bueno e ingenuo. Y él lo sabía de sobra, pero no le importaba.

Se paró debajo de la columna que lo resguardaba, miró a su alrededor y corrió al mismo tiempo que un gran crujido resonaba en su tímpano.

La vida a veces no es justa.

Sus ojos se abrieron a más no poder cuando el impacto de la madera ardiendo lo azotó a él.

La muerte menos.

Llorando en silencio mientras sentía el fuego comenzar a quemar sus ropas tomó impulso y se arrastró hasta donde había logrado empujar el portátil, le dio una sonrisa triste al pequeño humano que lo veía con ojos brillantes desde el interior, totalmente ajeno a todo.

Sin embargo, a ambas les gusta jugar.

-Todo estará bien...- le susurró.

Gritó adolorido al sentir su carne ser rostizada bajo su ropa, el dolor hizo pitar su mente a tal grado de sentir como poco a poco la vida se le escapaba de las manos.

No.

No podía morir, no aún.

Como sea atravesó los pedazos de madera ardiendo y colocó la cuna portátil debajo de esa gruesa columna ocupando el espacio de su anterior lugar seguro; Rezándole a la vida por el pequeño infante que observaba con sus grades orbes como el humano se alejaba, antes de ser completamente consumido por el fuego.

Escuchó pasos por el lugar y un llamado, sonrió y miró a los pies de la columna, habían llegado a ayudarlo.

Sintiéndose plenamente feliz cerró sus ojos liberando la última lágrima que recorrió en cámara lenta su mejilla, suspiró cuando su cuerpo se volvió pesado, dejando de luchar.

Pero aunque Kim Taehyung murió como un héroe, nadie lo recordaba como tal.











AFTER DYING ¡KTH+JJK!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora