Cuentos

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Era flaco, torpe, curioso, muchas de las veces imprudente, débil, su cuerpo era considerablemente diminuto a comparación a los demás adolescentes y aunque le doliera, bien era sabido que no tenía talento para la violencia y, para colmo, era el hijo del rey, el más valeroso y fuerte, con hazañas tan increíbles que algunos le pensaban hijo de Dioses, aunque claro, solo eran suposiciones sin sentido. Hiccup Horrendous Haddock III encajaba perfectamente con la descripción de perdedor.

"Vergüenza", "enclenque", "pescado parlanchín" había escuchado esos calificativos y más a lo largo de su corta adolescencia, con lo que rápidamente se había acostumbrado a escucharlos casi diariamente y a ignorarlos también, aún cuando resultaba algo doloroso como todo el pueblo le miraba con disgusto poco fingido o como los muchachos de su edad le jugaban bromas crueles y pesadas, y, sobre todo, era horrible aguantar los ojos decepcionados de su padre, el rey de Berk. Cada día tenía que soportar que esos zafiros le miraran expectantes y suplicantes, esperando que por alguna razón mágica se transformara en alguien más grande, musculoso y hábil, pero claro eso nunca pasaba. Sus rasgos son finos, a comparación de los rostros rudos y desprolijos de los demás, su piel un tanto blanca salpicada por cientos de pecas , todo acompañado de una maraña entre castaña y pelirroja que tiene por cabello hacia de el una combinación única entre los suyos.

Hiccup era el vivo ejemplo de genialidad y torpeza, era un talentoso, un pensador innato. Ideas locas y descabelladas surgían en su mente cada segundo y era atacado por visualizaciones de inventos poco convencionales, era hábil a la hora de crear espadas, hachas, mazos y escudos; sabe tratar el metal y es sumamente inteligente, algo poco común en esas tierras o en otras y es por ello que era el perdedor por defecto de Berk, rechazado ¡Rechazado él y su ingenio! Sus creaciones que no servían para ganar una guerra entre ellos y las plagas que atacaban sus hogares, según los habitantes de Berk, llenándolo de esa desconfianza interna, volviéndolo más torpe y despistado de lo usual, volviéndolo más... más Hiccup.

El está dotado de intelecto y belleza pero en un mundo rodeado de músculos, armas y excelentes peleadores eso no es exactamente lo que buscas, tratas de ser un caballero fuerte, intrépido, heroico, alguien digno de aparecer en los cuentos que se oyen por todo el pueblo, apto para ser protagonista de las estatuas y murales en el reino, y sobre todo, el quería ser el orgullo de su padre. Como deseaba ser la razón de que se le hinchara el pecho cuando su nombre saliera de las bocas de los demás, que sus ojos se alumbraran de felicidad y no vergüenza cuando saliera por las calles, vaya, el quería ser todo eso menos lo que era en ese momento.

Por eso, una leyenda no debía caer en oídos como esos, una anécdota relativamente reciente, aparentemente imposible, un dragón y una damisela en peligro, interesante y emocionante, asi pues la dichosa historia había llegado hasta Berk:

"En una región apartada de cualquier otra, existe una fortaleza donde reside una bella chica de cabellos dorados y estilizada silueta siendo esta protegida por uno de los demonios, una bestia alada y cubierta de escamas, una especie misteriosa que le gusta mantenerse en el anonimato, dando por trato que aquel que se tan valiente como para llegar a matarlo podrá llevársela y reclamarla como consorte, pero que sea de su conocimiento que no se ha sabido de alguien que haya resultado victorioso."

Las lenguas hablaban y hablaban, relatando una y otra vez lo que podría ser el reto de siglo, asombrando niños y tentando guerreros jóvenes y adultos , era la sensación inclusive para Hiccup, quien vio ahí una oportunidad.

El estaba preparado, o eso quería creer el, tenía una pequeña armadura, porque todo el es pequeño, que el mismo había hecho al igual que la espada y el escudo que poseía, estaba emocionado y temeroso, su cuerpo temblaba del solo imaginar las situaciones catastróficas en la que la aventura podría acabar, por ello todo debía estar fríamente calculado, porque bien sabrán el no es exactamente fuerte pero eso lo recompensará con tácticas improvisadas sacadas de su cerebro, ya se sacaría algo de la manga. Estaba en la forja por supuesto, su segunda casa, tratando de meter todo lo que necesitaría en su viaje en su improvisada mochila, debía partir de los más rápido antes de que alguien le encuentre o se de cuenta y le diga a su padre y que por tanto tenga que sufrir un castigo, sí, mejor apurarse. Casi terminaba, ya casi tenía todo preparado cuando de repente Gobber entró.

-Hiccup, muchacho. -Saludó Gobber felizmente -¿Qué estás haciendo? -Pregunto un tanto confundido al ver desorden provocado por el más joven.

-¡Gobber! -Gritó espantado Hiccup, pues Gobber era como un tío para él y posiblemente, siendo honesto es súper seguro, el único en Berk que no le menospreciaba. - Hola, Gobber. Hola. ¡Nada! ¡Nada! Ya ves, solo estaba aquí pasando el tiempo y haciendo... cosas. -Una sonrisa nerviosa hizo aparición en su rostro.

-Hey, muchacho ¿Qué escondes ahí?- Preguntó mientras trataba de ver detrás del menor- ¿Por fin vas a irte del pueblo?

-¿Qué? ¿Cómo que por fin?- Preguntó tanto asombrado como confundido el muchacho- ¿Sabes qué? Olvídalo

-Bueno, solo estaba preguntando. Todos esperan que te vayas de Berk, pensé que de verdad estaba pasando.

-¡No!... exactamente -Atrevió a decir.

-No irás tras esos cuentos ¿verdad?

Un silencio se instaló entre ellos, donde Hiccup parecía encogerse un poco mientra fruncía un poco los labios.

-Hiccup... -Le llamo con un tono de reproche.

-¡Tal vez! Tal vez ¿Ok?

-Vamos, muchacho. No serás el más fuerte del reino, ni el más valiente, ni el más...

-Gracias, Gobber, gracias. No estás ayudando mucho ¿Sabes?

-Bueno, mi punto es que eres el chico más astuto de todo el reino. Aquí entre nos todo los demás no son muy brillantes. No deberías creer en todas esas historias.

-Pero. -Trató de replicar el castaño, después de unos segundos decidió desistir- Bien, me quedaré aquí.

-Bien, muchacho.

El rubio tomó lo que fuese que vino a buscar en primer lugar y salió. Espero hasta que los pasos del mayor ya no fueran audibles y rápidamente retomó sus tareas. Tenía que irse ¡Ya!

Debia ser ahí, estaba seguro de haber recolectado la información correcta, no lograba ver a alguien a los alrededores lo cual representaba una buena señal, según el, así que tenía que ser ahí. Comenzó a caminar un poco dudoso, quizá un poco temeroso si llegaba a admitirlo pues las bestias tenían la reputación de ágiles depredadores, así que sí, tal vez temía por su vida un poco.

Comenzaba a cubrir más terreno y llegó a un punto donde pisaba, por lo que podía jurar, cenizas, piensa que de presuntos caballeros derrotados; verlas ahí regadas como cualquier cosa hace que cierto malestar se instale en su estomago y que su corazón se sintiera inquieto, aun así debía continuar. Un paso, luego otro de manera poco delicada y hasta algo ruidosa tratando de conseguir la atención de la fiera y lograr que se mostrase, continuo así hasta que un rugido se alzó por el lugar llevadose consigo un poco de la valentía que había aparecido repentinamente en Hiccup.

Si le preguntasen a Hiccup que esperaría de la situación, el con confianza respondería que una bestia enorme, con colmillos gigantes y garras afiladas, con una figura tosca e intimidante, con una habilidad tan impresionante como la pesadilla nocturna y sanguinario como los otros dragones, sin embargo lo que Hiccup tenía adelante salía de toda expectativa, el no veía un dragón, lo que tenía en frente era un hombre, una figura humanoide, bueno, al menos la mayormente humano.

La cola, las alas, las escamas negras que se esparcían esporádicamente por la piel de la "persona" frente a él hacían creer al pobre castaño que posiblemente había perdido ya un poco de la razón, sus ojos impresionados recorrían el cuerpo ajeno, luego subieron al rostro, poniendo especial atención en los ojos verdoso que le miraban, gatunos y de un color bastante extraño. Sí, definitivamente esas no son características de un humano común. Piernas, brazos y torso como el de cualquier persona, considerablemente más alto que él pero bueno, casi todos son más altos que Hiccup, un cabello azabache agarrado en una trenza, un rostro atractivo pero lo que realmente destacaba la fin y al cabo eran esas distinguidas partes de un dragón. Posiblemente había inhalado las cenizas debajo de él porque lo que estaba frente si no podía ser real.

De ninguna manera.

Corazón de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora