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Sentado junto a la ventana el señor Payne miraba a la nada, perdido entre los años y sus pensamientos. Hasta que un silbidito muy agudo y melódico presidio a la puerta abriéndose.

—Buen día, apuesto caballero. El restaurante Minerva Strauss le ofrece un maravilloso desayuno. Como entrada tenemos un tazoncito de papaya con yogurt natural y granola. El plato fuerte es huevo revuelto con jamón y pan de caja. Y como postre, le he traído unos bizcochos con azúcar y canela —dijo el enfermero con solemne acento y susurrando lo último.

—Eres ridículo —dijo el señor con su usual tono amargo.

—Vamos, Señor Payne. Yo se que quiere, tan solo huélalos — volvió a susurrar el enfermero acercándole el tupper a la nariz.

El semblante del señor cambió completamente y aunque por un momento se había suavizado, volvió a ponerse su armadura emocional, la hostilidad.

Ese aroma a canela lo había llevado a recordar años atrás cuando su amor le cocinaba justo esas galletas.

—No me digas Payne, nunca pude acostumbrarme a ese apellido —dijo arrugando la nariz.

—¿No se pudo acostumbrar a su propio apellido? —pregunto Harry medio riendo.

—No siempre fue mío, es el apellido de mi difunto esposo.

Styles se quedó congelado, con boca y ojos abiertos de par en par. ¿El señor Payne era...

—¿Qué? ¿Te sorprende que un viejo tuviera esposo? —dijo burlón ante el silencio del parlanchín muchacho. —No te confundas Styles, no soy marica. El marica era mi marido —luego de eso soltó una carcajada.

Harry seguía procesándolo, y de pronto tenía muchísimas preguntas.

—E-entonces, si no quiere que le diga por su apellido. ¿Cómo lo llamo? — pregunto dubitativo.

—Louis, solo llámame, Louis. Y dame de esas galletas que tanto presumes.

AMOR A TIEMPO  (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora