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Lidia llevaba casi dos horas preparándose y sin parar de parlotear. Aquello era exagerado. La verdad es que cada vez me arrepentía más de haber accedido a que me acompañara a aquella reunión. Nunca me habían gustado estas reuniones, pero como jefe de la delegación era obligatorio que fuera, pero no me hacía ninguna ilusión, horas de charlas corporativas, reuniones y muchas aburridas charlas de trabajo.

Pero para Lidia era una oportunidad de ponerse un traje largo y socializar... o eso decía ella.

Lidia se había auto proclamado mi novia. Era una chica con la que me había acostado un par de veces por semana en las últimas tres semanas y ella parecía querer ser algo más. Yo no lo tenía nada claro, la verdad es que la chica no me gustaba demasiado, para un par de noches estaba bien, pero no tenía ningún interés en ir más allá.


Por fin llegamos al centro de convenciones, estaba en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad y Lidia parecía encantada de encontrarse allí, aunque la mayoría de los presentes tenía la misma actitud que yo... a nadie le gustan las reuniones de trabajo. 

Pude ver a varios de mis compañeros de oficina, a mi jefe, al jefe de mi jefe... Lo que no me esperaba era encontrármela allí. Hacía dos años que no la veía. Y allí estaba. Sara.


–Hola, no esperaba verte aquí –se acercó a saludarme con esa sonrisa que me enamoraba –creía que te escaquearías de venir aquí. Hola, soy Sara, una antigua compañera de trabajo –dijo dándole la mano a Lidia.

–No he podido. A quien no hacía aquí era a ti, no pensé que te gustaran estas reuniones.

–Ya ves, los jefes de departamento estamos obligados a venir, ¿verdad? –me giñó un ojo y sonrió.

–¡Te han ascendido! Enhorabuena. Te he echado mucho de menos, ven aquí –la abracé y se sintió tan bien. Dios cómo la había echado de menos. Todos los sentimientos volvieron a mí en cuanto toqué su pequeño cuerpecito... pero ese abrazo ya estaba durando mucho, Sara se apartó y Lidia tenía mala cara.

–Bueno, me alegro mucho de verte, hacía ya mucho tiempo... –estaba a punto de irse. De desaparecer de mi vida de nuevo. No. No. No podía dejarla ir. Ahora que la había vuelto a ver no podía perderla de nuevo. Ni de coña. –Voy a trabajar un poquito, mi equipo me espera.

–¿Comemos juntos luego? Hace tanto que no nos vemos, parece que tienes mucho que contar.

–Creí que íbamos a comer juntos, cariño –intervino Lidia... no recordaba ni que estaba allí, y su presencia que ya de por si no me era muy agradable, me empezó a resultar molesta.

–No quiero interrumpir nada, además comemos todos los compañeros juntos antes de volvernos en el bus. –Dijo Sara.

–Venga... no, come conmigo... bueno, con nosotros. A saber cuándo podemos volver a vernos. Lidia, podemos comer juntos cualquier día, hace años que no la veo.

–Ah... sí, claro... come con nosotros... esto... Sara –dijo Lidia finalmente. No estaba contenta, pero me daba igual.

–¿Nos vemos a las dos en la puerta y vamos a algún lado?

–Ok, pero tengo que estar de vuelta a las cuatro, que es cuando sale el autobús.

–Sin problema.

Sara se fue a reunir con su equipo, que la recibió con alegría. Parecía que se había vuelto mucho más sociable. Nunca la había visto charlar tan alegremente con un grupo tan grande de personas.

–Creí que íbamos a ir a comer a algún sitio en plan cita romántica –protestó Lidia.

–Podemos dejar lo de tener una cita para otro día, si no te apetece venir no tienes que venir... vamos a hablar de cosas de trabajo y a lo mejor estás incómoda... –vete, por favor, vete. En mi mente sólo podía pensar lo feliz que sería en ese momento si Lidia decidiera irse y pudiera estar a solas con Sara.

Mi joven empleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora