2: Mariane.

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Me encontraba discutiendo con mi madre.

— Ya te dije que no y punto — Me dijo, y se volteo para seguir con sus quehaceres.

— ¡No me puedes obligar! — Le grite.

— Claro que puedo, soy tu madre y harás lo que yo diga hasta que seas  mayor de edad.

— ¡Te odio!

— No me importa, tú irás a París conmigo a visitar a Romina y se acabo.

Decidí no discutir y subí las escaleras corriendo.

Romina era la mejor amiga de mi mamá, y vivía en París. Ambas se conocieron en el jardín de niños, e instantáneamente se hicieron mejores amigas.

Romina se fue a vivir a París a los dieciocho, para así comenzar una "vida exitosa", aunque le va mejor a mi perro que a ella.

El viaje seria en tres días, y es exasperante.

— ¡Empaca de una vez, que nos quedaremos un mes! 

¡¿Un mes?! ¡Normalmente nos quedamos una semana!

Baje corriendo las escaleras y me puse frente a mi mamá.

— Ni de chiste me quedaré en la casa de Romina por un maldito mes.

— Es que no es pregunta. Romina esta enferma y necesito...

— ¡Esa maldita estafadora me vale madres! — Me dio una cachetada.

— No te refieras así a Romina.

— Es lo que es, lo sabes bien.

— Tú vas a ir y se acabo.

— ¡Si tanto la quieres ver, ve tú!

Subí corriendo las escaleras.

La verdad es que Romina no era la causa de no querer ir; sí, era una estafadora y presumida, pero me caía bien a pesar de ser muy mezquina. 

La verdadera razón era su hijo: Dylan.

Él y yo tuvimos algo en cierto momento. 

Él habla francés e ingles, así que cuando voy hablamos solo en ingles, pues el francés no se me da muy bien.

Cuando cumplimos catorce (en la misma fecha), me propuso ser su novia y yo, segada por su belleza, acepte. El peor error de mi vida.

Era tóxico, posesivo y celoso. Me celaba de mis propias amigas y hasta de mi padrastro. Llego un momento en el que ya no pude más y le termine... Fue aún peor.

No quiero recordar eso. No quiero llorar.

[...]

Había llegado el día. Estaba muy deprimida, no quería volver a un lugar donde sufrí tanto, donde llore en silencio.

— ¿Tienes listo todo?  — Asentí.

El camino fue silencioso e incomodo. Pasamos por tantas partes, hasta que llegamos al aeropuerto.

Baje del carro y me metí a el gran lugar frente a mí. Normalmente íbamos en primera clase, y hoy no fue la excepción. Me senté en mi asiento y prendí mi celular, poniéndolo en modo avión. 

Después de conseguir el internet, me metí a Instagram, viendo que recibí mensajes.

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Normalmente ignoraba los mensajes que me llegaban, pero este me llamo demasiado la atención a pesar de ser publicidad.

Le pique al link e instantáneamente me llevo a la App Store, mostrando una app con un logo naranja y en el centro una W blanca. Decidí instalarla, ¿qué perdía? Son diez horas de vuelo, tenía que distraerme con algo.

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