VI. Castigado

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Era la carta número doce que recibía, la hora era color pastel y tenía una bonita caligrafía formando su nombre. Se recarga en el respaldar de la silla; está solo en su habitación frente a su escritorio y deposita la carta sellada en el contenedor donde once cartas más están ahí, esperando a que decidan ser abiertas.

Comenzó a golpear el lápiz contra el escritorio; se sentía tentado a revisarlas, pero su lado racional le decía una y otra vez que había tomado la decisión de dejarlo ir, además de que por otro lado su mente divagaba acerca de la decisión que había tomado.

«¿Sus padres lo apoyarían? ¿Desde cuándo se había transformado en un cobarde?»

Namm se consideraba alguien medianamente maduro, seguro de sí mismo y racional; al principio pensó que se mantendría firme en esas convicciones, pero conforme pasaba el tiempo sentía que esos rasgos que destacaban iban perdiéndose.

Cuando era pequeño... supo lo que era el amor incondicional, lo sabía por qué ese amor le fue otorgado por su papá, agradecía de alguna forma a Nani, no siempre fueron malos momentos, no siempre fue un cabron hijo de puta.

Pero el cuento mágico se deshizo demasiado rápido y odiaba escuchar a papá llorar; odiaba la forma en que Nani le hablaba después de que papá recalcaba lo tarde que llegó.

También veía las marcas de los dedos de Nani en los brazos de papá; para Namm no fue difícil comprender que esa relación estaba acabando; aún sin saber que Nani no era su padre, él jamás elegiría a nadie por encima de su pelirrojo.

Y fue mucho más fácil asimilarlo luego de saber que él no era su padre, porque honestamente no lo necesitaba; solo necesitaba a Metawin Jongcheveevat y ahora... justo ahora, solo necesita a la familia Chiva-aree, sus padres y hermanos... ama a sus abuelos, pero para él su familia es el centro de su universo.

Ama jugar fútbol con Dome y adora cepillar el cabello de su hermana pequeña, además de vestirse como príncipe cuando desea jugar a las princesas.

Su vida dio un giro de ciento cuarenta cuando Sunan se alejó de él. Se sentía al borde del abismo y la desesperación, entonces... ¿Por qué darle la oportunidad de acercarse?

No quería ser egoísta, pero ¿pueden culparlo? ¿Qué le asegura que no se marchara esta vez? ¿Acaso no le quedó claro que no podía volver a ser su amigo?

Por supuesto que para él era desconcertante encontrar las cartas afuera de su habitación; no importa cuánto cuestiono, cuánto pregunto, todos negaban ser quienes los recibían.

«Sí, claro, el fantasma vino y dejo la carta».

Realmente se sentía algo hipócrita, no aceptaba verlo, no aceptaba leer sus cartas, pero sus fotografías seguían ahí, adornando partes de su habitación.

«Tan solo una semana más» se decía así mismo.

Llevaba dándole demasiadas vueltas al asunto, los días pasaban demasiado lento para su gusto, pero para el resto de las personas el tiempo era mucho más rápido; es el último día del ciclo, mañana era el inicio de las vacaciones largas; estaba nerv...

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Llevaba dándole demasiadas vueltas al asunto, los días pasaban demasiado lento para su gusto, pero para el resto de las personas el tiempo era mucho más rápido; es el último día del ciclo, mañana era el inicio de las vacaciones largas; estaba nervioso, es la primera vez que se siente de esta forma tan abrumadora; solicitó reunirse con sus padres mientras ellos platicaban y bebían sus tazas de café.

La mirada desconcertada de los mayores lo tensó; son pocas las veces que les habla con un aire tan serio, pero es necesario, al menos para él lo es.

— Yo... —arrastro la última vocal.

—Tú... —afirmó firmemente el pelirrojo.

Namm sabía que era mucho más probable ser comprendido por el rubio de ojos grises por qué su carácter es parecido y sabe cómo abordarlo, pero con su papá. Dios, su papá es tan sobreprotector y espontaneo como su abuelo Kana, además de que se preocupará demasiado.

— Me iré a casa de Arthit en las vacaciones largas. —Soltó tan rápido que no estaba seguro si sus padres habían entendido lo que dijo; no era una solicitud, no era un «¿Están de acuerdo?», es una afirmación.

— ¿Perdón? —dijo apretando los dientes el pelirrojo. — ¿Puedes repetirlo? Namm sabía perfectamente que no era una pregunta real. Era más bien alentándolo para saber si tenía las pelotas para decirlo de esa manera.

— Escúchen, necesito alejarme de aquí; tampoco es que me vaya a mudar. —dijo a la defensiva.

— ¿Te estás escuchando, niño? —reprochó el pelirrojo—. ¿Crees que es tan fácil? ¿Qué hay de tus gastos, Suppacheep? ¿Qué opinan los padres de Arthit sobre esto? ¿O acaso les darán la sorpresa como me la das a mí ahora?

— Tengo dinero, he guardado el dinero que los abuelos me dan por mi trabajo, Arthit se encargó de hablar con ellos.

— ¡Por Dios eres un niño Suppacheep!

— No, no lo soy... Soy joven

— ¡Maldita sea! ¡Pues disculpe señor! Espero que tome sus pastillas y use pañales contra la incontinencia; ya sabe, a los trece ya es como un transformer desarmable —maldijo—. ¿Crees que huir hará que desaparezcan los sentimientos por ese chico?

Namm suspiró y entonces notó algo. Su padre estaba en silencio desde que soltó su decisión; sus ojos estaban viendo fijamente la isla y mordía su labio. No le sorprendía; sabía que exactamente sería así el recuadro; papá sería quien explotaría y su padre estaría pensativo.

— Papá, todos los días estoy en una lucha constante por qué deseo ir tras él, pero mi otro lado dice que es una causa perdida... —suspiro y dejó brotar las lágrimas— y duele, papá. Duele por qué sigo teniendo cierta esperanza, pero es...

— ¡Tonterías! —gruño Win.

— Papá, solo necesito que firmen los documentos para viajar solo... —dijo encogiéndose de hombros.

— Escúchame bien, Suppacheep; vas a tomar ese vuelo... —dijo Win.

— ¿En serio? —sonrió ampliamente y vio la ceja arqueada de Bright.

Win sonrió ladinamente y golpeó las palmas sobre la isleta.

— ¡SOBRE MI MALDITO CADAVER! —explotó.

El pelirrojo siempre ha sido comprensivo, dulce, pero su hijo no estaba siendo inteligente. Escapar de eso solo los lastimaría más, tanto a él como a Fong.

— ¡Mierda! ¡Por Dios Padre! —dijo refiriéndose a Bright—, ¿puedes ayudarme?

Los orbes grises se levantaron y miraron a su hijo fijamente, y entonces Namm comprendió que era una mirada decepcionada y afligida; gracias a su riña no fue capaz de ver lo acuosos que eran los ojos del pelirrojo.

— Pensé que estábamos haciendo las cosas bien —suspiró Bright—, pensé que te habíamos inculcado la confianza hacía nosotros —el tono era dolido y algo lastimero—, pero decidiste tomar esa decisión por ti sin ni siquiera sentarte a hablar con tiempo con nosotros.

— Padre, de verdad no era mi intención, pero estoy seguro que sabrás comprenderme.

Bright suspiró al sentir como la cabeza de Win caía sobre su hombro; no necesitaba girar la cabeza para saber que tenía los ojos cerrados.

— Pues lamento informarte que no lo hago, no te comprendo y estoy totalmente de acuerdo con tu papá. Si hubiese sido de otra manera, te habríamos dado permiso por qué Arthit nos agrada, pero aquí, en esta casa, jovencito, no te mandas solo. —Espetó el mayor— Así que puedes irte olvidando de todo y, por si no te ha quedado claro... estás castigado.

Fue todo lo que Bright dijo antes de girar y guiar a su pelirrojo hasta su habitación, no sin antes anunciar por el radio que Namm tenía prohíbido salir de casa. Lo que significaba que Sukh y todos los demás empleados serían como halcones acechando a la presa.




╰┈ 𝐈𝐍𝐒𝐓𝐈𝐍𝐓𝐎 🌸╰ my adlátere ࿐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora