Blaise y Nerea (Primera Parte)

27 1 0
                                    

Blaise recordaba muy bien la primera vez que pisó Hogwarts. Era un día que solía tener en mente a menudo porque fue una de esas ocasiones donde la vida le cambió por completo y él apenas lo notó. A decir verdad, no le daba mucha importancia a nada en ese entonces y por eso mismo es que estaba deseoso de conocer algo nuevo que le diera cuerpo y emoción a su existencia, alguna relevancia.

Si él hubiera tenido un poquito de inteligencia emocional, se habría dado cuenta pronto que encontrar aquello no significaría necesariamente que las cosas se le facilitarían pero, ¿Quién es sabio a sus once años? Él no, por supuesto. Y ya tenía en su vida a alguien que le ayudaba a entender lo que de sí mismo no sabía: Un niño de ojos azules cuyo padre le desgarraba el alma día a día, dotándolo de una extraña sabiduría que escondía con suficiente inteligencia para resultar convincente.

Por tanto, valiente - y estúpidamente- se asomó a su destino en aquel Castillo enorme y, recorriéndolo con sus enérgicas piernas, tropezó por primera vez con aquella chica que, sólo por un momento, le resultó molesta.

- ¡Mira bien por dónde caminas!- chasqueó la lengua y él alcanzó a ver a una niña alta y fina de cabellos plateados y grácil caminar que le guiñó un ojo azul, coqueta, desmintiendo su aparente enfado y que caminó hacía la parte de arriba de la escalinata donde aguardaban todos sus compañeros de curso para trabar conversación con una chica que le llamó la atención también, porque era una completa desconocida y, porque todo hay que decirlo, era bastante bonita.

Desvanecida su molestia por el encanto de la niña rubia, y picada su curiosidad por su acompañante, Blaise cesó de buscar a Draco, que le había dicho que le esperaría abajo y ocupó un lugar estratégico donde observar a sus dos nuevos objetivos. Mientras su mente maquiavélica hacía planes de conquista, notó inmediatamente que aquellas dos eran como la noche y el día y recreándose en la nueva sensación experimentada, guardó en su mente sus características.

La niña con la que tropezó era la más agraciada y él sólo podía describirla como un sueño: Alta y espigada, su cabellera platinada le caía como una cascada a ambos lados de una cara encantadora y pálida, cuyos ojos azules de pestañas claras brillaban al sonreír o reírse, algo que hacía con frecuencia, según notó. Vestía la túnica del colegio, todavía sin escudos ni marcas, con marcada elegancia pero lo que llamaba la atención era su carisma y la coquetería con la que hacía cada gesto y movimiento. Y esos labios suaves, carnosos y amplios le hacían pensar si sería seda lo que él sintiera si los besaba. Blaise aún no había dado su primer beso y por un segundo paladeó la idea de que fuera aquella niña su primera experiencia.

Alguna cosa de lo que dijo su acompañante debió haberla sorprendido, porque repicó por toda la estancia su risa y Blaise alzó una ceja: aquella niña se reía de forma sencilla y explosiva, como si no le importara en lo más mínimo lo que otros pudieran pensar de su alegría y notó entonces que la otra chica le contestaba con una sonrisa, lo que le hizo entender lo que su nueva conocida era: Poderosa. Sí, si hubiera un término para definir a la chica, sería esa.

Pasó otro momento más y la chica rubia alargó una mano para quitarle un cabello a su acompañante de la cara y él decidió abandonar un poco su escrutinio de la chica rubia para mirar a su amiga: A diferencia de la cara de alabastro de la niña rubia, su acompañante tenía la piel cremosa y aparentemente delicada, pero su cabello y sus ojos eran mucho más oscuros. Tenía una cabellera castaña todavía más larga que la de la peliclara, aunque recogida pulcramente hacía atrás y sus ondas enmarcaban una intensa mirada de ojos enormes color caramelo macizo, y una boca bien trazada que, aunque menos sensual, no tenía nada que envidiarle a su otra compañera. 

Aunque menos alta que su amiga, la chica de cabellos castaños tenía una silueta más curvilínea y un porte agraciado. También, exudaba un aire misterioso y Blaise sintió por un momento una corriente de simpatía: Por un momento, deseó ser objeto de confianza de aquella persona que acababa de ver.

La Pelea.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora