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Si Wen Ning creía por fin haber salido del pueblo, estaba rotundamente equivocado.

Los árboles parecían cada vez más altos, interminables, se alzaban sobre su cabeza sin límites aparentes. Llevaba horas corriendo y parecía que lo hacía en círculos. Bien decían que las noches eran largas pero esa era eterna. ¿Por qué el sol no salía? ¿Siquiera la luna se había movido un poco? En ese punto, no lo creía. 

—¡Hermano Wen! ¿Por qué está huyendo? ¡Queremos seguir jugando!

—¡El hermano Wen es un mal perdedor!

—¡Sigue jugando con nosotros, por favor!

Los pies descalzos de aquellos niños destrozaban las ramas y las hojas, sus túnicas volaban al igual que sus cabellos pero seguían riendo a carcajadas, el frío no les traspasaba la piel y ya llegados a aquel momento, Wen Qionglin estaba más que seguro que esos no eran verdaderos niños. Jamás creyó agradecer tanto el factor de estar muerto porque si siguiera respirando entonces ya le hubieran fallado las piernas horas atrás. 

—¡Hermano Wen, detente!

—¿Por qué ya no quiere jugar con nosotros?

Porque le arrancarían las extremidades nuevamente. Si bien había aceptado jugar con ellos tras la promesa de dejarlo ir por su sobrino después de ganar, no se había imaginado que terminaría perdiendo una y otra vez. ¿El castigo? Sencillo, al estar muerto y ser un cadáver andante, entonces no sufriría (tanto) el ser despojado de su cuerpo. Había comenzado con un dedo y después toda la mano. Continuaron las piernas y al final su cabeza, que se había pavoneado como un trofeo entre manos de niños que reían a carcajadas. Solo podía ver su cuerpo atado por puntadas precisas que sabía serían otra vez cortadas como se les viniera en gana. 

—¡Hermano Wen, no haga eso!

—¡Jugaremos lo que usted quiera!

—¡Sí! ¡Con sus propias reglas!

Trastrabilló con las raíces de un árbol, cayendo de lleno a lo que se suponía debería ser solo pasto y lodo, pero por la tardanza de la caída y lo lejos que empezaban a verse las hojas de los sauces le decían que no, no había caído en la tierra sobre la que corría. Aquello era un agujero. 

Otro gran favor le hacía el estar muerto en vida porque la única factura que le cobró aquella distancia y potencia al tocar el suelo fue el desprendimiento de algunas costuras. Ya luego se las amarraría como correspondía. 

—¡Hermano Wen! ¿Está bien?

Cinco niños se asomaron por el hoyo allá arriba, todos mirándolo con la cabeza ladeada a su derecha. Un bonito círculo de color rojo y blanco. 

—¡No te preocupes, hermano Wen! ¡Te ayudaremos a salir!

Tan fementida su voz que solo se digno a verlos desaparecer escuchando las risas contenidas huyendo con ellos. 

La noche era larga, devastadora y abrumadora. No era una sola noche, la oscuridad debió abrazarlos por más de quince días. Su instinto le hablaba pero, ahí tirado en el barro, mirando los gusanos arrastrarse al lado de su rostro, no pudo prestarle atención. 

¿Cómo estaría SiZhui? ¿Habría logrado salir del lugar sano y salvo? ¿Estaría ya en brazos de Lan WangJi? ¿Wei WuXian lo tendría bien arropado en los Recesos de las Nubes? Esperaba que así fuera. 

Esperaba que su sobrino, al que creyó muchos años muerto, estuviera sano y salvo en su hogar. 




AlexG.

(ya sé que no es sábado pero está chikito y ayer se me olvidó subirlo. Upsi dupsi.)

Tu-tu-tu-tú [MDZS].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora