Pelea y disculpa

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—Creo que Reborn me gusta un poquito.

—¿Poco? —fue la burla del azabache.

—Hibari, no me presiones tanto.

—Solo admítelo.

—Me acabo de dar cuenta que tal vez estoy enamorado de Reborn. ¡No me presiones!

Caminaban a través del tranquilo parque, en un horario donde las personas estaban en la oficina y los niños en la escuela, por eso el silencio le permitió a Tsuna escuchar una suave risita nasal que brotó de aquel hombre callado y demasiado serio. Su amigo se estaba burlando de él.

—Por fin te diste cuenta, herbívoro.

—¿Tú lo sabías?

—Hablabas de él en cada oportunidad, me enviaste fotografías de él, sonreías cuando me contabas cualquier tontería que él hiciera para alegrarte el día. Aunque no te viera, eres tan expresivo que incluso por llamada, sabía que sonreías como un herbívoro enamorado.

—Eres muy cruel.

La forma en que Hibari expresaba su afecto era diferente, con acciones silentes y regalos extraños, pero había ocasiones como esa en donde se tomaba la molestia de viajar para visitarlo, aprovechando el último día de permiso de Tsuna antes de volver al horario normal de trabajo.

Y a veces iba a un poco más allá.

En esa ocasión, en medio de una suave burla, Hibari Kyoya abrazó al castaño, lo acercó para que sus rostros se juntaran lo suficiente, y tras susurrarle que era un herbívoro despistado, le despeinó gentilmente los cabellos como hacían cuando eran más jóvenes y Kyoya sacaba a Tsuna y Enma de algún lío que no buscaron. Aunque antes también recibía un golpe fuerte como aprendizaje y amenaza, pero ahora solo fue aquella burlona acción.

—Tsunayoshi.

El castaño no pudo ni girar cuando fue sujeto por la muñeca con fuerza y lo jalaron abruptamente hasta casi hacerlo caer hacia atrás. Quedó un poco confundido hasta que sintió que la misma persona que había sido así de rudo, lo envolvió por la cintura para acercarlo lo suficiente.

—Él es mío. ¡Aléjate!

—¿Reborn? —susurró.

Obviamente a Hibari no le hizo gracia aquel enfrentamiento tan repentino y en menos de dos segundos atacó con todo al atrevido que tironeó a Tsunayoshi. Iba a empezar una pelea hasta que Tsuna se quejó, porque en medio del forcejeo sintió una punzada en su herida por la cirugía y soltó una queja audible.

—Tsuna...

—¡Qué crees que haces Reborn! —se apartó de un empujón y se sujetó el abdomen por donde sintió una punzada muy fuerte.

—Alejarte de ese idiota aprovechado —la mirada furiosa de Reborn daba miedo—. Ahora que por fin logré una reacción de tu parte, no te voy a...

—¡Idiota! —y obviamente a Tsuna tampoco le dio gracia la situación.

—Herbívoro celoso —Hibari lo miró prepotente y divertido.

—¿Qué clase de escena de celos es esta? —Tsuna se acercó a Reborn para golpearle el pecho—. Tú... ¡idiota!

—¿Quién es él?

—Acabo de darme cuenta que ahora mis estándares se basan solo en ti y que fui muy ¡ciego! ¡Y tú vienes y haces esto! ¡Dame un respiro!

—Yo solo...

—Los herbívoros celosos merecen ser mordidos hasta la muerte.

—¡Idiota! —Tsuna le dio la espalda para ir con su amigo—. Hibari-san, por favor, sin peleas.

—¿Hibari? —entonces Reborn recordó—. Tu amigo.

—Lo invito a almorzar en casa —Tsuna respiró profundo y miró a Hibari—. No quiero peleas.

Y así como había triunfado hace dos días. Reborn acababa de hacer una estupidez y pelear con quien al fin le demostró corresponderle.

Reborn se golpeó la frente con frustración.

Hibari no paró de sonreír de lado, divertido por aquella escena de pareja casada que acaba de presenciar. Hasta hizo un par de comentarios para que el castaño perdiera la estabilidad y tartamudeara por la vergüenza de haber actuado como un adolescente inestable.

—Pelear por tonterías es algo que tú harías.

—Ay, por favor, Hibari, no me martirices más.

—Es divertido.

Y entonces llegó el día en que debía volver a trabajar, para después ir a la rutinaria revisión en el hospital. Pero no quería, porque estaba seguro de que tendría que ver a Reborn y sinceramente su corazón ya había tambaleado demasiado incluso después de que Hibari se fue.

Pero tenía que ir.

Porque desde el incidente le dolía la herida, y aunque podía ser su propia histeria, sentía que podría haberse abierto la piel de nuevo.

Pero cuando dio un paso dentro de aquel hospital, no pudo evitar reírse bajito.

Sentado en la sala de espera, sujetando un ramo de tulipanes blancos, junto a Timoteo quien parecía hacerle burla, ahí estaba Reborn... Con aquel rostro serio, pero viéndose devastado por una tontería.

—Tsuna.

—Creo que puedes esperar —Tsuna miró a Reborn y negó—. Ahora necesito que Timoteo revise la herida.

—¿Hay dolor?

—Sí.

Exageró un poquito para asustar a Reborn, y es que era su venganza por hacerle pasar por aquella vergüenza que seguramente Hibari no le contaría a alguien pero que usaría como chantaje en alguna oportunidad. Se negó a que el azabache entrara a consulta con él, y aprovechó el tiempo para mentalizarse a lo que haría.

No estaba listo.

—Solo fue un susto —Timoteo terminaba la receta—, te mandaré medicamento y un examen, pero no es grave.

—Gracias.

—Y gracias.

—¿Por qué?

—Nunca había visto a Reborn siendo tan humano —el doctor sonrió—. Me preocupaba que nunca se le quitara aquella prepotencia, pero tu has logrado eso y más.

Y es que a comparación de cuando lo conoció, la diferencia era grande. Porque incluso siendo el mismo ególatra de siempre, Reborn tuvo la delicadeza de ofrecerle una sincera disculpa a la par que representaba su arrepentimiento con los tulipanes para expresarse en el idioma que Tsuna parecía conocer más.

—Reborn, ¿en serio no se te ocurrió pedirme disculpas en un lugar menos vistoso?

—Digamos que es una estrategia —sonrió—. Así ya no intentarán coquetearme y evitaré que te pongas celoso.

—Yo no...

Pero no pudo replicar, porque tal vez desde hace un tiempo le molestaba la popularidad que Reborn tenía en el hospital. Así que solo tomó el ramo y con mucha vergüenza se alejó de la sala de espera bajo la atenta mirada de muchas personas y siendo escoltado por Reborn.

Cuánto drama en tan poco tiempo.

Circunstancias coloridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora