Sueño del 27 de Marzo

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Hacía años que no visitaba el pueblo de mi infancia. Había llovido tanto desde la última vez. Viajé lejos después de terminar mi carrera de bellas artes, logré encontrar trabajo y algo de éxito. Estaba preparada para volver, dejarme caer aunque fuese un par de días.

Llegue en noche cerrada, todo estaba cerrado excepto aquel puesto en el cual ponían caramelos y revistas porno prácticamente al lado. No podía pasar por ahí sin saludar a mi viejo amigo Jordi, un anciano portugués que siempre llevaba camisas de leñador y cuidaba con esmero su largo y denso bigote, tras el cual imaginé una sonrisa cuando dirigió su mirada hacia mí. Recuerdo que me contó la razón por la cual se dejó el bigote, y es que parece que en la zona en la que vivía era costumbre que al casarse ya no se lo quitaran. Os aseguro que me esperaba otro tipo de historia, alguna de esas que marcan una vida para siempre, pero bueno, el matrimonio ya es algo que marca de por sí.
Y tal como había imaginado, su tienda seguía igual que siempre, con ese único pasillo particularmente acogedor. Al oír la puerta se giraron dos personas, una de ellas era una chica a la que no reconocí muy bien, pero no parecía que me conociera así que no le hice mucho caso. La otra, era Jordi, me recibió con un grito de entusiasmo y un enorme abrazo, en el cual me raspó el cuello con su bigote. Estuvimos charlando un rato, compré un par de chicles, como hacía hace años.
-Invita la casa-dijo con una sonrisa, como si fuera la primera vez, cuando ciertamente siempre me invitaba al menos a un chicle.
-Acepta mi dinero, ahora que ya me lo puedo pagar, y qué menos que pagarte unos chicles-sonreí. Finalmente aceptó a regañadientes.
-Dios te bendiga, hija mía-Le di un cariñoso beso en la mejilla y me fui.

Al atravesar la puerta, sentí como una parte de mí se quedaba en esa tienda, como atrapada, vigilando desde fuera a una yo que se marchaba tras la puerta. Me corrompían unos terribles pensamientos, mezcla de envidia, frustración, resignación e impotencia. Era esa chica. La chica que no lograba reconocer. Estaba sola a media noche en una tienda 24 horas, leyendo las etiquetas de los productos de una estantería, mirándome de reojo al marcharme con cara de... ¿Odio?
Volví a ser yo y me pregunté si le habría molestado que no la saludara. Me subí a un taxi y ya no le di más importancia. Al llegar a casa mis padres y mi hermano se alegraron de verme, pasamos una velada muy agradable, echaba de menos estar con ellos. Volví a acostarme en mi cama, y no recuerdo día en el que hubiera dormido así de bien.

Al día siguiente, en la hora de la comida, pusieron una noticia, para mi sorpresa, de nuestro mismo pueblo, y para mi desgracia, no era nada bueno. Lo único que aparecía era un vídeo que habían extraído de Internet. Un vídeo aficionado puso una cámara en su carrito del supermercado, sacó un cuchillo y empezó a rebanar a cualquier persona que de encontraba en medio de los pasillos, aunque quisieran escapar les alcanzaba y les clavaba su cuchillo múltiples veces. Observamos la escena aterrorizados mientras que una voz de periodista explicaba lo sucedido. Pero solo logré escuchar un "el asesino sigue en busca y captura". Sigue suelto. No pude evitar mirar a mi familia. Era el supermercado al que iban a comprar casi cada día. La sola idea de pensarlo me ponía los vellos de punta. Quise ofrecerles que se fueran a vivir fuera conmigo. Pero a pesar de la gravedad de la noticia nadie dijo nada al respecto.

Al llegar la noche y al volver a acostarme en la cama, oí un golpe y un grito. Salí corriendo a ver qué era lo que pasaba. Resultó ser mi madre que al no encenderse la luz se tropezó y cayó al saltarse el último escalón del pasillo. La llevamos a urgencias. Y fue allí donde me di cuenta de la situación que estaban viviendo en mi pueblo. El hospital había mejorado favorablemente, era mucho más grande, pero se hacía pequeño al haber tantas personas por los pasillos y en las salas de espera, muchas buscando a sus seres queridos y otros con parches ensangrentados. Atendieron deprisa a mi madre y nos pudimos ir pronto de ese caos. Cada dos por tres me reconocían y me saludaban, me felicitaban por mi progreso a la par que me decían que había escogido el peor momento para hacer una visita.
Quise salir aún más rápido de ahí. Al cruzar la puerta me quedé detrás de mi familia al escuchar la voz de alguien conocido, el chico más tierno que había conocido jamás seguía teniendo la voz más dulce del mundo a pesar del paso de los años. Me giré para recibirle con una gran sonrisa, y lo que alcancé a ver fue a una chica rubia detrás de él, con una bata de hospital, descalza, mirada de poseída y un cuchillo en su mano derecha mientras que con la izquierda hacía equilibrio y saltaba sobre la espalda de mi dulce chico. No pude reaccionar ni alertarle, miré aterrada como le clavaba el cuchillo en la columna, estaba petrificada ya que no me podía creer lo que estaba viendo. La desquiciada siguió rebanando a todo el que se le cruzara por el camino, quería alcanzarme pero no sin antes que viera todo lo que era capaz de hacer. Corrí hacia mi coche junto a mi familia, pero ya era tarde. Les grité que arrancaran, estaba justo detrás, sentía su aliento cansado, al igual que el mío, me giró y se puso encima de mí. En mi cara cayeron gotas de sangre de la gente a la que había acuchillado pocos segundos antes. Aproveché en uno de sus despistes para arrebatarle el cuchillo. Ahora tenía yo el control. No dudé en defenderme dando cuchillazos al aire. Por mi mente pasaron todas las personas a las que vi morir por su culpa, como atacaba a personas inocentes, la rabia de apoderó de mí y me lancé contra ella. Solo me bastó una profunda puñalada en el estómago para dejarla inmóvil, se arrodilló a mis pies, y al caer podría asegurar que vi una sonrisa en su rostro. Su rostro, idéntico al mío, ahora yacía en el suelo, desangrándose. Noté entonces un intenso dolor en mi estómago, me estaba desangrando también, caí a su lado, nos miramos y comprendí que éramos un mismo ser. Una misma persona.

Lo que interpreto de esto es que por mucho que avancemos, hay cosas que siempre dejamos atrás, y aunque pasemos años sin darles importancia, puede llegar un momento en el que acaben con todo lo que más queremos. Espero que os haya gustado, y volveré con más.

Sueño En Tonos Azul Y Gris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora