GLORIA
Las primeras horas de la claridad me reciben a través de la ventana por estar en su totalidad sus cortinas corridas.
Y con eso, la comodidad y confort del colchón en la cama que descanso en una habitación que deduje anoche cuando Arthur como Didier me acompañaron, que iba a ser improvisado.
Pero, no.
Ya que y para mi asombro en este hermoso edificio remodelado, resulta que en su último piso el deseo de Arthur era convertirlo en una vivienda.
Su propia morada en la ciudad con un diseño absoluto a su placer, cual respetó la antigüedad de la construcción, pero con una renovación de aire urbano, causando mi total admiración al ser testigo.
Hasta se me escapó un silbido nada disimulado cuando me mostraron el lugar.
Y así como fui invitada a pasar la noche en una de las habitaciones de huéspedes, el mismo Arthur lo hizo también en la suya inaugurando ambos el apartamento, ya que sus cosas personales habían sido removidos del hotel que se hospedaba y fueron traídas acá.
Me incorporo y me desperezo con ganas, observando ahora con luz diurna y sin tanto sueño, todo lo que me rodea.
Verdaderamente y pese a que no abunda lo lujoso, aunque sí, mucha calidad y excelencia.
Es una hermosa habitación con su mobiliario y decoración.
Los primeros sonidos citadinos comienzan a llegar de la ventana y haciendo a un lado las sábanas, camino hacia ella con pereza y hasta rascando a placer mi trasero como acomodando mi ropa interior para asomarme por ella y ver.
Y sí, lo que suponía.
Una hermosa vista desde mi altura me recibe al hacerlo con los primeros coches circulando por la calle principal, al igual que los primeros transeúntes y jornaleros comenzando su día.
Y me tomo unos momentos en apreciarlo, apoyando ambos brazos y hasta cerrando brevemente mis ojos para embellecerme de lo que el paisaje me regala.
Sus sonidos.
Olor.
Percibir la leve brisa mañanera que circula.
Todo.
Incluso y permaneciendo así, retrocedo pocos pasos y reconozco que estos, aún permanecen vigentes.
Y descubro sorprendida prestando atención, que más cosas si me concentro y al abrir mis ojos despacio, solo se materializan.
Suspiro, viniendo a mi mente Arthur.
Porque entre ver y verdaderamente sentir, solo hay una delgada línea que separa las cosas.
Y volteo por mi ropa con ese pensamiento en mi cabeza, descubriendo sobre una silla, no solo mi ropa dejada por mí, ayer.
Encuentro a su lado, otra.