2. Severus Snape

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Capítulo 2: Severus Snape.

— Seve...

— No.

— Pero papá...

— ¡Yo no soy tu padre, mocosa! —la interrumpió Severus por milésima vez. Maggie suspiró sintiendo un pinchazo de tristeza en su corazón.

La verdad que lograr razonar con su padre era mas difícil y doloroso de lo que se esperaba, casi una semana había pasado Maggie encerrada en esa vieja y terrorífica casucha. A un pelo estuvo de distancia de que no la mandará patitas a la calle en cuanto dijo que ella era hija suya, sino fuera por la intervención de Dumbledore seguramente hubiera terminado de nuevo en un orfanato; pero a decir verdad, cualquier orfanato era mejor que la indiferencia y repudio con los que su padre la había tratado todos estos días. Y dolía, vaya que lo hacía. Ella era una niña que había pasado once años de su vida sola, y cuando parece por primera vez asomarse un rayo de luz entre su triste infancia, este se esconde de nuevo entre las nubes grises de su tormento.

Ni siquiera pudo ir a comprar sus cosas para ir a Hogwarts como cualquier otro niño, ya que su padre le daría las viejas cosas que el había usado en primer año. Lo único que hacía era leer los libros que estaban a montones por cada recoveco de la casa (la mayoría eran de magia oscura, pero por suerte había encontrado los libros que usaría este año). Leer y comer. Leer y dormir. Leer y bañarse. Y leer y leer. Estuvo toda esa semana leyendo en el silencio de su "cuarto" (si la sala de estar podía llamarse cuarto). Se había aprendido los hechizos de memoria y su correspondiente teoría. El que más le fascinó fue el de Historia de la Magia, donde contaban hechos importantes sobre su nuevo mundo. Su mundo. Lo más interesante había sido la historia del niño-que-vivió, Harry Potter, al que esperaba conocer algún día para así pedirle un autógrafo por haber sido un bebé tan genial como para derrotar al mago más temido de todos los tiempos cuando ella a esa edad apenas y podía caminar sin caerse.

En fin, volviendo al tema. Maggie podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto a su padre en lo que llevaba de la semana, generalmente se iba muy temprano cuando Maggie aún dormía y volvía cuando ella ya estaba dormida otra vez. Pero por fin, Severus no tenía ninguna escapatoria más que quedarse, con ella. Precisamente esa mañana Maggie se había levantado más temprano de lo usual y se esmeró en prepararle un desayuno que pensaba le gustaría para luego disculparse por ser solo un estorbo en su vida, con lo que él se conmovería y le diría que la aceptaba como hija, que la quería y que él se había comportado como un patán toda la semana. Un plan sencillo que no podía fallar.

Pero falló. Y ahora ambos estaban discutiendo acaloradamente con lágrimas reales surcando la cara aniñada de Maggie.

— Si sólo pudiera explicarte lo que mi madr...—volvió a interrumpirla, realmente histérico.

— ¡Yo no soy tu padre!¡Jamás planee tener hijos y nunca los tendré! —gritó. Había avanzado en grandes zancadas hasta sostener a Maggie por los hombros y zarandearla con fuerza. La niña se quejó.

— ¡Me haces daño, animal! —gritó. Snape, sin embargo, seguía sin disminuir la fuerza del agarre en los escuálidos y flacuchos brazos de Maggie— ¡Aléjate! —exclamó enfadada y asustada, su voz se amplificó por mil y los cimientos de la casa temblaron como gelatina. Pero lo importante fue, que Snape la soltó, como hipnotizado. Y tan rápido como la soltó, su padre se desmayó cayendo al suelo con un ruido sordo.

Acaso...¿Lo había controlado? Quizá estaba aprendiendo por fin a dominar aquél extraño poder que tenía de controlar a la gente, aunque pensándolo bien, quizá se haya debido al hecho de que estaba experimentando unos sentimientos muy intensos. El miedo. La furia. La tristeza. Y el amor.

Las Crónicas de Maggie Snape I: Visiones (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora