Las Seis Fortalezas

La Pequeña Guerrera

                                                                    

Las Seis Fortalezas

 

 

Diego Fernando Rojas

La primera fortaleza

 

Presenta

La pequeña guerrera - Una guerrera y un ángel – Primer milagro sin explicación – Una guerrera endeudada y agradecida con Dios

La Pequeña Guerrera

 

Blanca, la madre de diego, nació en Córdoba Quindío en el año de 1954, no incluiré en el principio de este libro el día y mes en que nació por motivos que ya conocerán más adelante.

El tiempo en que nació Blanca se empezaron a estructurar las fuerzas armadas guerrilleras de Colombia y había mucha violencia, extorsión, reclutamiento civil, muerte y sangre en aquel municipio. Sus padres Luis Ignacio Melo y Rosa Elia Benjumea, abrumados, aterrorizados y angustiados por todo este tipo de situaciones que se estaban viviendo sólo pensaron en poner a salvo la vida de su última hija, la menor de nueve hermanos. Decidieron sacar a Blanca del municipio de Córdoba a sus cuatro meses de nacida y llevarla para Arbeláez Cundinamarca a una casa humilde donde sus abuelos paternos José Ignacio Melo y María del Carmen Quevedo acordaron hacerse cargo de la niña recién nacida, darle bienestar y una vida distinta. ¡Vaya que sería bien distinta a lo acordado!

Lo ideal habría sido que Blanca fuera alimentada por su madre, tomar de sus pechos como parte del cuidado natural para una niña de brazos, que hubiera dado sus primeros pasos hacia los brazos de su padre o madre, que su primera palabra hubiera sido mamá, papá o cualquier otra palabra relacionada con el adecuado entorno familiar, que desde pequeña la encaminaran hacia la preparación y el éxito acompañada del apoyo de su familia, más no hacia la ignorancia y el dolor con lo salvajes y despiadados que estos fueron.

María del Carmen permanecía en la casa pendiente de los quehaceres para tener todo al día y poder brindarle a su esposo un lugar tranquilo de descanso después de su jornada de trabajo, ahora también estaba encargada de criar a su nieta Blanca como fue acordado con su hijo y su nuera. José Ignacio con su estilo campesino trabajaba en fincas cogiendo café, limpiando el campo con azadón, con el movimiento armónico de su afilado machete dirigido por sus pesados y alargados brazos, cortaba la maleza mientras iba dejando todo el terreno listo para ser arado también por él. Con su voluntad mojada por el sudor que producía su cansancio se disponía siempre a tomar su pica para labrar la tierra y crear los grandes y fértiles surcos en los que sembraba los frutos que se convertían en dinero para llevarle un sustento a su familia. Siempre que José Ignacio llegaba a casa le pedía a su esposa que le calentara agua para sumergir sus pies en una ponchera plástica, así conseguía alivianar el cansancio que lo adormecía por la carga constante de su maltratado cuerpo en el campo de la vida.

Después de sentir alivio y estar un poco relajado le preguntaba a María del Carmen:

- ¿cómo se encuentra la niña. Mija?