Han pasado unas semanas en ausencia de Dalen, su padre se ha hecho cargo de Nami durante el día, mientras que de noche se va a trabajar como de costumbre.
Una mañana, alguien toca a la puerta; al abrir, el padre de Dalen se encuentra a unos guardias del castillo, eran dos chicas de cabello rosado que buscaban a Nami.
Las chicas se llevaron a Nami, al parecer los reyes querían hablar con ella.
Nami no se ha encontrado con sus padres desde hace meses, ellos son muy orgullosos para ir a buscarla y ella no tiene la capacidad de llegar sola al castillo.
Finalmente, los tres están frente a frente, a una distancia razonable, claro, los guardias los dejan a solas, tras un silencio incómodo, el rey se dispone a hablar.
"Entonces, ya estás aquí... Tu madre no piensa hablar de esto, así que iré al grano"
"Te tardas mucho" interrumpe la reina.
El padre voltea los ojos como signo de molestia, sin discutir, sigue con lo que estaba por decir.
"Como sabrás, eres nuestra única hija, y bueno, nosotros no podemos dejar nuestro puesto para buscar otra estrella maleable, y tampoco podemos arriesgar a otro sirviente, así que eso te deja a ti como última heredera al trono"
"Lo que tu padre quiere decir es que puedes quedarte en la familia real solo si aceptas convertirte en reina dentro de varios años" vuelve a intervenir la reina.
"¿Me devolverán mis ojos si regreso?" pregunta Nami.
"Si eso es lo que quieres..." dice el rey y chasquea los dedos en forma de orden.
Rápidamente algunos mayordomos llegan a la sala y se llevan a Nami mientras otros salen a buscar doctores.
"Recuerda, solo podrás ser reina hasta que encuentres un buen esposo" dice su madre al ver cómo Nami se aleja.
Tras muchas horas de una larga cirujía, Nami sale de la operación con varios vendajes cubriendo sus ojos.
Según los doctores, ella podría ver a la perfección e incluso mejor que antes, pero faltarían algunos meses para poder descubrir si es verdad.
