Querido diario:
Luego de sincerarme con Emma creí que me sentiría incómodo, pero en realidad me sentí más cómodo y comprendido. Emma me escuchó en todo momento y eso es algo de lo que me siento agradecido. Le hablé sobre cosas que ni siquiera quise contarle a mi madre.
Algunas cosas preferí callar, como aquello que incluía a mi padre. No por no confiar en Emma, sino que no quiero que ella vea todo lo malo que me rodea. No quiero que Emma se aleje, ya lo mencioné antes, pero es algo complicado de explicar.
Emma se mostró igual que siempre luego de la conversación, no se vio incómoda ni nada parecido. Eso me alegró. Sin embargo, algo cambió.
Durante el almuerzo en el instituto se sentó delante de mí, me fue inevitable no echarle un par de miradas y sorprendentemente, cada vez que levantaba la mirada ella estaba mirándome de vuelta y luego sus mejillas se ponían coloradas; luego de eso volvía los ojos a su comida. Joshua, que estaba sentado a mi lado, paseaba su mirada de Emma a mí, mientras me lanzaba miradas de interrogación. Lo ignoré y seguí mirando a Emma de forma no tan disimulada.
No solo fueron miradas, en el patio a la hora del receso, Emma me pidió que la acompañara a sentarse sobre el césped. La idea no me agradó mucho al principio, no quería ensuciarme, pero Emma tuvo que insistirme dos veces para que terminara acompañándola. Se sentó a leer un libro, sacó sus auriculares de la mochila y luego se recostó en el suelo ofreciéndome uno de los audífonos para escuchar junto con ella. Me acosté a su lado mientras la música sonaba, ella leía y yo la observaba, no en plan acosador, sino contemplándola.
Ya lo mencioné anteriormente, pero las pecas que Emma tiene en sus mejillas son una de mis cosas favoritas, junto con sus ojos claros. Podía ver como movía sus ojos de un lado a otro sobre las páginas, remojaba sus labios, y de un momento a otro sus mejillas volvían a estar de un color rojizo. Ella se daba cuenta de que la estaba observando, pero eso no me amedrentó. El sol le daba en la cara, todo parecía ser el escenario perfecto para demostrarme lo hermosa que Emma es.
Por muy estúpido que suene, al final valió la pena las manchas verdes que el césped dejó en mi pantalón.
No sé que es lo que Emma siente, pero esas miradas en el comedor y el hecho de que deje que la observe tranquilamente, me hace pensar que tal vez le gusto. Aunque no esté seguro, la idea causa algo sensacional en mí, algo cálido y algo asustador a la vez.
Podría decir que no quiero sentir nada por Emma Page, que la idea de enamorarme de ella no me agrada... pero es todo lo contrario. Emma me gusta mucho, y estoy perfectamente bien con eso.
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Diario de un chico solitario
Teen FictionDaniel Jefferson siempre había sido muy solitario, no le gustaba la compañía de nadie. Y aunque había cierto chico que decía ser su amigo, no lo era. Él no quería ni necesitaba amigos. Su madre y su hermana no entendían porqué había adoptado esa fo...