Respiró cansadamente con la vista fija en algún punto del techo. Su mano acarició despacio el contorno de las costillas que comenzaban a marcársele de manera muy definida bajo su piel. La comida que le daban no era la suficiente para un cuerpo en desarrollo como el suyo, así que era natural que hubiera adelgazado tanto en su tiempo aquí.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero debían de ser algunos años, considerando que había crecido lo suficiente para que su antigua ropa no le quedara más. Ahora estaba obligado a sentir las astillas de la madera directamente contra su piel desnuda, ningún tipo de ropa a su alcance para poder cubrirse.
La rutina desde que había llegado aquí seguía siendo la misma. Una vez al día, alguien le arrojaba algo de comer, y una vez cada dos o tres días, alguien empujaba un balde de agua dentro del lugar.
Había hecho lo posible para sobrevivir, esperando que alguien pudiera encontrarlo y sacarlo de dicho infierno, pero a medida que pasaban los días, la poca esperanza que guardaba iba disminuyendo más y más.
En algún punto de su vida aquí, había pensado en escapar. Debía de haber alguna manera, solo tenía que planearlo minuciosamente. Desgraciadamente, estaba demasiado débil para moverse incluso. Apenas tenía fuerzas para comer y tomar agua.
A veces cerraba los ojos y dejaba a su mente volar. Era el único tipo de libertad que tenía entre estas cuatro paredes, llenas de oscuridad y de suciedad, el olor a moho y humedad adormeciendo sus sentidos. Muchas veces soñaba que iba a la Academia donde, a pesar de no tener ningún amigo en particular, se relacionaba con otros niños de su edad. Otras veces sus sueños eran sobre su hermano, cuando este cocinaba para él o lo ayudaba a entrenar.
Itachi siempre estaba ocupado, pero nunca fallaba en hacer tiempo para él. Había sido el mejor hermano mayor y lo había admirado mucho. Ahora que ya no estaba, solo podía yacer en el suelo y suplicar que no se olvidara de él, porque Sasuke jamás se olvidaría de su hermano.
A veces, mientras su mirada se enfocaba en la nada, pensaba que tal vez solo debería dormir y ya no despertar. Seguro la paz del más allá sería más llevadera que la vida que llevaba ahora. Bueno, no era realmente una vida. Su vida la había perdido hace mucho tiempo. Ahora solo era un cuerpo vacío esperando que llegara el final, ya fuera del infierno en el que estaba o el final absoluto.
En ocasiones, creía escuchar voces. No siempre entendía lo que decían, pero le hacían cuestionarse si lo que le quedaba de cordura al fin se le estaba escapando. Esas voces solían hacer eco dentro de la habitación, y lo perseguían en las noches. Era como si quisieran atormentarlo.
Sus únicos momentos de consuelo eran cuando sentía aquella presencia. No podía ubicarla realmente, era como si estuviera dentro de sí pero a la vez muy lejos. Era una sensación cálida que se instalaba en su pecho, que le decía que había alguien buscándole, esperándole. No lo sabía qué era exactamente, pero algo dentro de sí le gritaba que la persona responsable de esa presencia era suya, le pertenecía, y que no debía renunciar a ella.
Tal vez eso fuera lo único que lograba hacerlo resistir, pero no estaba seguro de si aguantaría mucho tiempo más.
Solo quería cerrar los ojos y dejarse arrastrar al mundo de los sueños.
Al despertar, su madre estaría ahí, diciéndole que solo había tenido un mal sueño, que era hora de levantarse y que el desayuno estaba listo, servido en la mesa y esperándole, como siempre.
-.-.-.-
Dio vueltas en la cama de un lado a otro, sintiéndose incómodo por motivos que no podía comprender.
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Esperándote
FanfictionNaruto Uzumaki, Séptimo Hokage de Konoha, lleva trescientos años esperando encontrar a su destinado. Sabía que estaba vivo, podía sentirlo. Le había buscado por todos los rincones del planeta, pero siempre terminaba dándose de bruces contra la pared...