Mi dueño

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Era bonita, tenía un cuerpo casi perfecto. Me gustaban mis ojos redondos, aunque no tenían color, y esas largas pestañas. Algo que no me gustaba es que siempre iba igual vestida, sin colores, solo blanco y negro. Cada día que pasaba me hacía sentir más fuera de lugar. Veía a mis compañeros con sus ropas de colores, sus cuerpos perfectos... Y yo, en cambio, iba a peor. Un lunes, quizá me faltaba un brazo. El miércoles, aunque ya había recuperado medio brazo, me faltaba mi nariz. Ya no me gustaba mi cuerpo, quería ser como los demás. Ellos tenían unos dueños perfectos. Pero claro, no sabía que el mío no lo era. No hasta que dos semanas después de que ya no fuese yo. Durante esa última semana me habían empezado a desaparecer mis brazos, piernas, ojos... incluso mi pelo. Pero bueno, me di cuenta de que no podía pedir mucho más, al fin y al cabo nací en esa hoja. Y no era consciente de que mi historia no la escribí yo, sino él.

Flores para mis cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora