Amor Jodida Droga

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Me froté los ojos , pegajosos por las legañas y por la lefa del oscuro mundo del fetiche que llevaba en mi interior. Aquel diario reposaba sobre mi cama, invitándome a seguir navegando por aquel pozo de horrores y posibles secuelas a Hawaii 5.0.Mi mente volvía a estar dispersa, todo parecía estar revoloteando sobre mí propia jaula de cristal mental, como si encerrada en mis pensamientos no pudiese decidir qué cielos y conceptos debía acariciar.

Mis manos se ciñeron en una triple perezeleta, mi pelo suci desde hace varios días aportaba el doble de pereza, las lágrimas parecían querer volver pero cual padre maltratador alcé mi cinturón mental y enfundé a mi obesa y carnívora mente en una camisa color pelo sucio.
No sabía que cojones hacer, podía suicidarme, matar a mi madre y mandarle su vagina por correo a Yogor, o incluso hacer una tarta de cumpleaños con su cara, podía cagarme en el suelo como acto de rebeldía, podía tatuarme pechos en las tetas, y convertirme en una redundancia sexual, o podía hacer lo indicado, opción por la que me decidí.
Mis soldaditos del chantaje emocional sacaban pecho mientras yo, la Almirante Regalitos les explicaba el bando enemigo, si había una persona que sabía como dar consejos sobre amores imposibles esa era mi madre, en aquel momento agradecí haber salido de su cuerpo, su útero sería como un camerino de first dates.
Bajé a la cocina, completamente dispersa y no encontré a mi madre, situación generalmente agradable, pensé que quizás estaba construyendo un follamigo a base de vales de supermercado para licores y me senté en la cocina a esperar. La idea de que Yogor era un monstruo me taladraba, el pensar que ansiaba poder dar mis manos a dedos que habían rozado y sentido la fría carne muerta de un humano me destrozaba por dentro.Finalmente mi comadreja interior comenzó a rebuscar basura, activando mi caza tesoros mental para diogenes. Comencé a mirar en los cajones sintiéndome en cierto modo mal por madre.
Digamos que la cocina es como un santuario para mí madre, donde oculta el porno que piensa que no se que lee, donde guarda cantidades indecentes de alcohol, donde contrata cuando me voy de viaje a strippers rusos que se masajean el pene en vodka y donde por supuesto tiene sus pastillas. Si algo prohibido en mi casa, a parte de traer a neonazis o hablar mal de Víctor Hugo, es tocar el cajón rosa de mi madre, se encuentra en la última balda del último estante del castillo de los Encimeros, y está ridículamente decorado por unicornios y pegatinas rosas, o se sentía mal por guardar droga en casa y lo cubrió de recuerdos de su hija, o Blancanieves es su camello. Abro el cajón lentamente como si fuese el puto tesoro del carambolo o una bolsa de lechuga rancia que huele a residuos nucleares. La sección estaba dividida en varios pequeños compartimentos de plástico, ordenados siguiendo un patrón de Caritas, a la izquierda un emoticono suicida y con depresión, y a la derecha una puta careta de Heidi en medio de una sobredosis de azúcar.

Pensé por un momento, que como el chico al que quería era un psicópata, la madre a la que no quería tenía una severa adicción al porno dominante y la chica a la que más odiaba resultaba ser yo, quizás me merecía un pequeño homenaje, sin pensármelo, cogí un pequeño pastillero de cada compartimento, me soné los mocos con un pañuelo y empecé a pensar y a pensar mientras me introducía la primera pastilla en la boca.
Esperé unos minutos los tonos de mi habitación se habían vuelto un poco más claros, pero no había olvidado nada del dolor que me hacía sentir Yogor, aquella espero encía era como un subrayador pastel, cambias las cosas de color pero joder no quieres ser un moñas y vas a por algo más fuerte, decidí sacar todas las pastillas y mezclarlas para jugar con el factor sorpresa. Cogí una pastilla al azar, que tomé sin siquiera beber agua, no siquiera noté los cambios, por lo que decidí tomar otra y otra hasta que la mesa dejó de ser un catering para yonquis y quedó vacía. Esperé durante unos minutos y leí la descripción de las pastillas de mi madre, en ellas se leía que debías esperar unos quince minutos antes del efecto, sin tener en cuenta que el desenfreno haría caos a las palabras de un farmacéutico decidí darme un baño, me lavé la cara, y el cuerpo, del pelo ya me ocuparía más tarde, no tenía putas ganas de lavarmelo. Cuando salí de la bañera me comencé a secar el pelo, planteándome como coño se había podido mojar si ni siquiera me lo había lavado, tardé unos diez minutos en darme cuenta de que era la cortina de la ducha la que estaba intentando secar con los bragas y no con mi toalla. Me miré en espejo confundida Y PERO QUE COJONES, ERA UN PUTO UNICORNIO, mi cerebro me preguntó si por fin había perdido la puta cabeza y podía poner una Playlist siniestra a mi vida.
Tenía la puta cara de un unicornio, un bigote de chucherías y lo que parecía un tampón en vez de un puto cuerno, comencé a gritar, primero de pánico y luego de puta alegría, joder era un unicornio, empecé a notar un fuerte dolor, me estaba sangrando arcoirís por la nariz, busqué en mis cajones y busqué algo con lo que taponar aquel bonito flujo, ENCONTRÉ UNAS FLAUTAS DEL ARCOIRÍS, había tenido una suerte enorme porque en los Bosques de la Adolescencia aparecían cada mil años unas flautas las cuales te otorgaban el poder de poder decir lo que te saliese del coño y que todo el mundo escuchase verdaderas maravillas, tenía que vestirme con una túnica fue corriendo con el cuerno al aire, y me cubrí el cuerpo con seda adhesiva, me coloqué mis zapatos de princesa y salí a buscar a los caballeros de mi reino de la fantasía, bajé por un torreón que daba vueltas y vueltas, mesé la barba de un chico de la sabiduría, e introducí los dedos en una cueva que subía y bajaba, en aquel momento mi mente era como un puticlib lleno de semen de purpurina y manualidades perversas, caminé por la calle y seguí un río que me llevó a unos preciosos caballos con la cabellera dorada, subí por un castillo y di unos lenguetazos a un cristal de la sabiduría para adquirir más saber, entré en un lugar lleno de temas y luces y cuerno de unicornio, me puse a gritar mis cánticos sagrados, y deposité un huevo en el suelo, dos hombres de rocas me rescataron del castillo y bajé por una escalera hasta llegar a el sótano del Malvado Mago Renfe, que criaba dragones que avanzaban muy muy rápido, le dije a un caballero andante que acariciase mi cuerno, y después de que comenzase a llorar caramelos entré en el dragón volante, arranqué las perlas de la verdad a un mago ancestral malvado y finalmente llegué a un lugar muy luminoso, de donde provenían miles de olores y sonidos que no pude evitar escuchar y disfrutar. Unos gnomos enfadados y gorditos me preguntaron lo que estaba haciendo, y regalé un poco de mi comida a uno de ellos, entonces empezó a gritar de placer, luego decidí abrazar a aquellos gnomitos y ellos me abrazaron a mí, luego me llevaron en algo gigante que se mov>a y recitaba poesía todo el tiempo, y al final me pusieron una especie de gafas de piedra en mis pezuñas y me quedé muy dormida hasta que pasaron unas horas y vi otra vez a un malvado mago barbudo, así que con mis pezuñas corrí con mis patas hacia él y me arranqué de un mordisco la barba, cantando la canción de la fantasía durante horas entre unas barritas de caramelo.
Disculpadme si os he jodido a spoilers de la nueva peli de Disney, pero nada cambió hasta que me desperté a la mañana siguiente, envuelta en un albornoz y con un dolor de cabeza impresionante.

Noches LuminosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora