Ya varios días habían pasado desde el suceso de Béatrice y Louis solamente podía carecer cada vez más ante sus más profundos deseos de ser un gobernante injusto.
Su padre mantenía una postura recta y una tutoría que nada debía de envidiar a otros reyes, era un excelente padre a pesar de todo lo que había ocurrido incluso antes de su nacimiento.
El mayordomo tocó su puerta, obteniendo toda la atención de su parte; quién con una sonrisa desganada observó lo que llevaba cargando en sus manos.
— Su padre ha enviado esto, majestad.
El de hebras azabache realizó una reverencia en agradecimiento, pidiéndole que saliera para poder abrir dicho presente en la intimidad de las pulcras paredes de su habitación.
El cofre contenía ciertos alebrijes y dijes de rubíes, esmeraldas y agathas, un ejemplar hermoso de todo lo que fueron sus antepasados.
Una carta yacia escondida en el fondo del aterciopelado tapizado del cofre, sus bordes estaban ya gastados, cómo si dicho documento hubiese sido escrito añares atrás.
Aún confundido por la situación, abrió lentamente el papel, observando ligeramente su contenido.
" Mi pequeño Louis, mi adorado nieto al cuál le escribo esto probablemente ya desde mi lecho de muerte.
El día en que llegaste al reino, tu madre te observaba con tal amor que parecía irreal, eras en ese momento un pequeño niño, con sus pestañas descansando sobre unos mofletes rojizos que denotaban tu inocencia. Tu abuela en ese momento decidió heredarte no más que la reliquia familiar, si no también el trono en el que un día tú estarás reposando tu espalda, sonriendo hacía tu pueblo, así como tu padre y yo hemos hecho hasta ahora.
Francia está orgullosa de tenerte como rey, mi dulce ángel, quién con sus manos tomó mi dedo al verme.
No podré estar en tu coronación, no cumplí la promesa de ser eterno, pequeño Louis.
Cumple por mí la promesa de siempre amar a tu pueblo.
Con todo su amor, Arthur XII."
El papel se resbaló por sus manos sudorosas, reflejando en aquél rocío creciente desde aquellos orbes arrepentidos, cerezos apretados en una fina línea que impedía que sollozos se escaparan sin querer.
— Con permiso, hijo.
Su padre se hizo presente en la habitación, Louis con una rapidez casi abrumadora se escondió en su pecho, liberando su dolor, su angustia y aquél sentimiento ansioso que perduraba en su cabeza "no serás un rey justo", una idea que se sentía como una fuerte puñalada en su interior.
El mayor bastante sorprendido, correspondió al apice del ajeno, estirando y masajeando suavemente su cuero cabelludo para que se calmara.
— Si mi padre lo dijo, serás un excelente gobernante... No te abrumes, para todos es difícil comenzar, es difícil de la noche a la mañana despertar y saber que miles de plebeyos escucharán sin dudar tus propuestas y tus discursos.
El menor incrustó sus uñas en la seda del camisón de su padre, levantando su mirada.
Estaba realmente arruinado.
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Dinasty
Fantasíaun conjunto de problemas entre seda mojada pondrá fin al autocontrol de Louis.