Negación

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A la mañana siguiente, ninguno de los dos mencionó lo ocurrido.

Ryuzaki actuaba con total normalidad; concentrado en el caso Kira, investigando a los miembros de la Yotsuba y comiendo dulces de forma compulsiva, como si no le preocupara otra cosa.

Sin embargo, Light no había quedado indiferente ante lo sucedido la noche anterior. No entendía a qué jugaba L, ni tampoco por qué él mismo se había dejado llevar de aquella manera tan impulsiva. No era propio de él. 

Era cierto que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había masturbado en la intimidad de su cuarto, pero... ¿desde cuándo se excitaba con hombres? No, mejor dicho...


¿Desde cuándo sentía atracción sexual por Ryuzaki?


Aquello no tenía ningún sentido. Light solo se sentía atraído por las chicas; de hecho, siempre había tenido bastante éxito con ellas. Misa era la prueba de ello, una joven hermosa y dicharachera que a menudo era objeto de deseo entre los jóvenes de su edad. Ella y Light habían intimado en más de una ocasión; aunque, a decir verdad, la atracción sexual que sentía por la chica se había ido desvaneciendo con el paso de los días. Pese a lo atractiva que era físicamente, su inteligencia dejaba mucho que desear.

Pero no había nada más detrás de la falta de interés sexual hacia Misa que eso: el pobre intelecto que poseía la joven. Por otra parte, jamás se le había pasado por la cabeza pensar en los hombres más allá de la amistad. L no iba a ser una excepción.

Después de darle unas cuantas vueltas, Light concluyó que era hora de exigirle a Ryuzaki un poco de intimidad. Ya habían pasado un par de semanas desde que el detective había decidido mantenerse esposado a él las 24 horas del día para vigilarlo de cerca, pero sus sospechas no se sostenían ahora que habían conseguido evidencias claras de que Kira se encontraba entre los miembros de la Yotsuba. Light estaba seguro de que, si disponía de tiempo para desahogarse en la intimidad, no volvería a tener dudas absurdas en cuanto a sus preferencias sexuales.

"Ryuzaki.", comenzó Light, aclarándose la garganta, "¿Podemos hablar un momento?"

En ese preciso instante, el detective se encontraba ojeando varios documentos que contenían los datos de los integrantes de la sospechosa corporación; concretamente, incluían información sobre aquellos que habían asistido a las reuniones secretas en las que se decidían las próximas víctimas de Kira. Watari se los había proporcionado aquella misma tarde, así que ambos se hallaban analizándolos escrupulosamente.

"¿Desde cuándo Light-kun pide permiso para hablar?" preguntó L, sin dignarse a apartar la vista de los papeles.

Light aborrecía profundamente el sarcasmo de L. Cada frase que decía, cada maldita palabra, absolutamente todo lo que salía por su boca era sarcasmo. A pesar de que casi había aprendido a acostumbrarse a ello, no podía evitar querer golpearlo cada vez que percibía aquel característico tono de burla.

"Esto es importante, Ryuzaki.", dijo Light, de forma tajante.

"Sí, eso suena más a lo que diría Light-kun...", respondió el detective, ahora apartando la vista de los documentos para mirar a Light con curiosidad, "¿De qué se trata?"

Light tragó saliva. ¿Por qué se estaba poniendo nervioso? Al fin y al cabo, no era tan extraño necesitar tiempo para él mismo; no solo era totalmente comprensible, sino que incluso era saludable. Además, ahora mismo se encontraban solos en la sala de trabajo, por lo que no tenía que preocuparse de que los demás malinterpretaran lo que iba a decir.

"Ryuzaki, llevamos semanas esposados. Creo que ya ha quedado demostrado de sobra que no soy Kira...", comenzó Light, intentando aparentar serenidad, "¿No crees que es ridículo que continuemos esposados, ahora que ya tenemos varios sospechosos localizados?"

La pregunta del castaño dibujó una sonrisa en el rostro de L. ¿Qué era lo que le hacía tanta gracia?

"No, no creo que sea ridículo, Light-kun...", respondió el detective, volviendo la vista una vez más a los documentos que se encontraban esparcidos en la mesa, "¿Eso es todo?"

"Ryuzaki... No era una pregunta. Quiero que me sueltes.", ordenó Light, tratando de controlar la ira que solo L parecía hacer aflorar en él.

"Si Light-kun quiere masturbarse, puede hacerlo a mi lado... También puedo ayudarle, si así lo necesita.", soltó el detective en tono indiferente, ahora concentrado en ordenar los documentos con meticulosidad. 

Light sintió cómo sus mejillas comenzaban a arder. ¿Masturbarse a su lado? ¿Ayudarle? ¿De qué demonios estaba hablando?

"Mira, Ryuzaki. No sé si has malinterpretado lo que sucedió anoche, pero..."

"¿Malinterpretar? Yo no he malinterpretado nada, Light-kun...", interrumpió el detective.

"Me alegro, porque no tengo ningún interés en que se vuelva a repetir.", contestó Light, de forma convincente, "No me gustaría que..."

Pero Light no pudo terminar su frase.

Sin previo aviso, L se levantó de su silla de un brinco para sentarse encima de él. De forma efusiva, el detective llevó una mano a la mejilla del castaño y acortó la distancia entre sus rostros para trazar con su lengua la forma de los labios de Light.

Visiblemente desconcertado, Light dejó escapar un suave gemido. Allí estaba, otra vez; aquella sensación ya conocida. Sin poder hacer nada al respecto, sintió cómo su miembro crecía precipitadamente dentro de sus pantalones.

L sonrió contra sus labios. Había ganado.

"Yo no soy el que está malinterpretando las cosas, Light-kun...", susurró el detective, a escasos milímetros de la boca del castaño, "De hecho, creo que eres tú el que está malinterpretándose a si mismo."

"Ryuzaki..."

Light intentó apartarlo, pero su cuerpo parecía no responderle. ¿Qué estaba pasando? La falta de intimidad lo estaba volviendo loco.

"No voy a soltarte, Light-kun, pero puedo ayudarte, ¿sabes? Solo tienes que pedírmelo...", sugirió L de nuevo, esta vez sin su característico filtro de sarcasmo.

Con avidez, el detective procedió a separar los labios de Light para recorrer su boca con la lengua. Light, lejos de pararlo, respondió al beso de Ryuzaki con ansia. Sus lenguas chocaron violentamente por unos segundos, hasta que la falta de aire los obligó a separarse, casi sin aliento.

Fue entonces cuando un ruido que provenía del pasillo los sobresaltó.

Con rapidez, Ryuzaki volvió a su sitio, tratando de controlar el ritmo de su respiración para devolverlo a la normalidad.

Por su parte, Light giró su silla para fijar la vista en la pantalla de su ordenador. Con su brazo, de forma estratégica, escondió su entrepierna, ahora completamente abultada.

Antes de que entrara Matsuda, que venía a traerles café, a Light le pareció ver cómo Ryuzaki sonreía. 

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