Imagínate estar en un bosque, huele a tierra mojada porque acaba de llover. Miras a tu alrededor y hay pinos y niebla, tanta niebla que no puedes ver más de lo que hay a un palmo de tu cara. Cierras los ojos y... Gritas. Gritas tan fuerte que, cuando abres los ojos ya no hay niebla. Tocas con tus manos tu cara y descubres que hay lágrimas recorriendo tus mejillas.
Al principio no sabes porque estas llorando pero después de una pausa de pensar te das cuenta... Has descubierto que tienes voz, has descubierto que estás y qué tus actos cambian lo que hay a tu alrededor.Ahora imagina una carretera , puedes ver lo que has recorrido caminando pero no puedes ver lo que te queda. Entonces te pones a pensar en lo que has andado, estás agotado y encima el el camino te has tropezado y resbalalado incluso con las mismas piedras y, como consecuencia, te has hecho heridas.
Piensas en si vale la pena seguir caminando. De repente te das cuenta de que ahora puedes girar la caza y ver lo que te queda por recorrer y, para tu sorpresa, solo te quedan un par de kilómetros.
Miras a tu al cielo y sonríes... Si que merece la pena seguir caminando porque ya queda poco para llegar.Y te empiezas a conocer, a querer y a respetar y, si algún día te encuentras al final del camino, no tengas miedo porque recordarás como avanzaste por el camino y como gritaste para despejar la niebla y de la misma manera lo podrán hacer otros en su propio camino y con su propia niebla
Fin.