Aparqué la moto y miré mi reloj.
Las nueve y media.
Los vendedores ya deberían estar allí.
Suspiré y me senté en un banco del callejón. Todavía no creía cómo había llegado a esa situación.
——Tres días antes—————————————————————————
—En seguida te llamaremos para pasar.
Yo asentí lentamente, observando cómo el médico desaparecía torpemente en una horda de familiares y pacientes que se apretujaban en la sala de espera o frente a las habitaciones. El hospital era el mayor de mi ciudad: numerosas y enormes plantas ascendían sobre mi cabeza y largos pasillos blancos se abrían a mi alrededor. Yo había estado allí muchas veces, pero esa era mi primera vez allí para recibir habilidades.
Estaba nervioso, claro está, pero no precisamente preocupado. Lo que más ocupaba mi mente en ese momento era qué iba a hacer después de eso.
En realidad, ya había empezado a planear las cosas, pero no podía saber con qué me iba a topar cuando me implantaran las habilidades. Debido a ello, no había cerrado ningún trato todavía, pero sí había contactado con varios negociantes de armas y herramientas que podrían serme útiles a la hora de la verdad.
De repente, un médico se me acercó, me dijo que le siguiera y me guió hasta una sala.
Al entrar, lo primero que me encontré fue una silla robusta, con correas en las zonas de las muñecas y los tobillos, y encima de esta un brazo metálico recorrido por cables que acababa en un casco, ubicado por encima de donde debería ir la cabeza.
—¿De verdad es necesario eso?
—A algunos pacientes los transmisores les provocan grandes descargas, que no son letales pero sí pueden hacer que saltes de la silla. Es por pura protección —el médico me aseguró con una sonrisa.
Me senté. Mientras ataban las correas y me colocaban el casco, me fijé en una mesa situada a mi izquierda, junto a la pared blanca. Montones ordenados de papeles ocupaban la mayor parte de la superficie de esta, pero también pude apreciar algunos recipientes pequeños de un extraño líquido azul. Arqueé una ceja.
—Es un prototipo de trasplante de habilidades a través del ADN —el médico me sorprendió mirando el líquido—. Todavía no está aprobado para uso público, pero falta muy poco para ello y ya los hemos empezado a importar.
Sin dejarme tiempo a decir nada, el hombre activó un par de interruptores en el brazo metálico y se acercó a un ordenador. Tras teclear durante unos segundos, el casco empezó a hacer un sonido molesto e inconstante. Era una especie de zumbido. Un par de luces se encendieron en la parte cóncava del casco.
Sin previo aviso, noté una descarga eléctrica, seguida de un fuerte dolor de cabeza. Se me nubló la visión y empecé a perder el sentido del tacto y del oído. El dolor de cabeza se intensificó. Se sentía como si un torrente microscópico de agua a muchísima presión intentara entrar a mi cabeza.
Al igual que como empezó, terminó. Mis sentidos volvieron en sí y el dolor de cabeza se esfumó. Respiré fuertemente.
—Ya está, era solo eso.
—¡¿Solo?!
—Créeme, he visto casos peores —el médico sonrió—. Descansa por unas horas y estarás como nuevo.
Suspiré.
—Como usted diga, doctor...
——De vuelta al comienzo—————————————————————
Ya era demasiado.
No era normal entre criminales presentarse más de veinte minutos tarde.
Me levanté, dispuesto a irme, cuando una furgoneta blanca entró como con prisas al callejón, sin cuidado alguno, y se paró delante de mí.
De la parte delantera salieron dos hombres enmascarados.
—¿Tienes el dinero? —me preguntó uno de ellos mientras el otro se dirigía con prisa a la parte trasera.
—Quiero ver antes la mercancía.
El otro hombre trajo dos bolsas y las abrió delante de mí:
—Un rifle, dos pistolas silenciadas, explosivos C4, un puñado de dispositivos ECM, un dispositivo PEM, una caja de bolsas para... cadáveres —tragué saliva, angustiado, de forma disimulada—. Está todo.
Me agaché para coger la bolsa que había dejado en el suelo.
Cuando empecé a abrirla, la radio de uno de los dos hombres sonó.
—¡Chicos! Tenéis un problema —sonaba como el jefe de los dos tipos—. Mark os ha vendido. Ha llamado a la policía y se ha largado. ¡Haced el trato y salid de allí!
Los tres nos miramos entre nosotros. De repente, dos coches de policía aparecieron como de la nada y se situaron a los extremos del callejón. Las luces parpadeantes me cegaron durante unos instantes. Estaba demasiado oscuro. El sonido de las aspas de un helicóptero llamó mi atención.
—¡Soltad las armas y poned las manos arriba! Así no habrá heridos —el sonido de un altavoz tronó por los negros cielos.
—Mierda, joder —uno de los hombres enmascarados se arrojó dentro de la furgoneta y salió con dos ametralladoras ligeras. Le dio una a su compañero y le indicó que fuese a cubrir el otro lado—. Chaval, ¡más te vale que encuentres una forma de sacarnos de aquí o estamos los tres muertos!
En pocos segundos, me vi a mí mismo en medio de numerosos y repetidos disparos. Me puse a pensar.
¿Qué podía hacer yo en una situación como esa?
Muy fácil.
Me abalancé sobre una de las bolsas que traían los vendedores y agarré un par de explosivos C4. Los coloqué en una pared, lejos de la furgoneta. En cuanto me alejé lo suficiente, empecé a buscar el detonador entre todas las herramientas de la bolsa. De repente, uno de los hombres cayó inerte a mi lado. Le habían dado un disparo en la cabeza.
—¡Apresúrate, joder! —me gritó el que faltaba.
Conseguí encontrar el detonador y me cubrí tras la furgoneta. Poco antes de darle al botón, vi cómo caía el otro hombre. A partir de ahí, estaba solo.
Pulsé el botón.
La fuerza de la explosión movió la furgoneta, pero a mí no me tocó. Entre todo el humo, logré localizar mi motocicleta, coger las tres bolsas y salir a toda pastilla de ahí.
No hubo persecución, pues la policía casi ni se enteró de que había escapado.
——Un día después————————————————————————
—Así que este es el piso...
Miré a mi alrededor.
Ciento diez metros cuadrados, nada mal. Para lo que lo iba a utilizar, tenía espacio de sobra. Aunque eso el vendedor no lo sabía, claro.
Tras realizar todas las operaciones legales necesarias y pagar el precio completo en efectivo (cosa que el expropietario no quiso cuestionar), me senté en el único sitio en el que me podía sentar: el suelo. Tardaría un tiempo en redecorar el apartamento a mi gusto. Y para eso necesitaba dinero. Ese era el principal motivo por el que lo había comprado.
Ahora que tenía un piso franco...
Era hora de empezar con los golpes.
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Legado
Mystery / Thriller¿Qué pasaría si pudiésemos compartir nuestras capacidades? Eso sería genial, ¿verdad? Pero, ¿y si un día tu tío muriese, dejándote un increíble set de habilidades que incluyen robar bancos, escapar de situaciones riesgosas o incluso infiltrarte como...