"¿Cómo te sientes?" pregunta Louis un día.
"¿Quién eres, el Dr. Paulson?"
Louis pone los ojos en blanco. "Vamos, Harry," dice él, pasándole su cuchillo de bolsillo. "Muéstrame. En palabras "normales"."
Harry observa el cuchillo, tibio y pesado en su palma, como seda en pasto lleno de rocío.
"Muéstrame," repite Louis.
Harry saca la navaja, presionándola al piso de madera en la casa del árbol.
"Palabras "normales"," se susurra a sí mismo, tratando de recordar una para describir como se siente ahora mismo.
A-T-E-R-R-O-R-I-Z-A-D-O
"Aterrorizado," lee Louis. "¿Por qué?"
Harry se encoge de hombros, sacando las astillas restantes de la navaja, antes de cerrarla y entregársela a Louis.
"No lo sé. Siempre lo estoy," dice él.
"¿Por qué?" Louis repite. "¿De qué?"
Harry se vuelve a encoger de hombros. "De lo que sigue, supongo," dice él.
Louis frunce el ceño. "Eso no es algo de lo que debes estar asustado," dice él.
"¿Por qué estoy asustado, entonces?"
Louis sonríe con esa pequeña, dulce forma que tiene él. "Naranjo-verde-morado," dice él.
"No," murmura él. "No realmente."
"Lo estás," dice Louis. "Como algodón naranjo estirado. El no saber que hay a la vuelta de la esquina es una de las mejores cosas."
"Terrorífico," dice Harry, sacudiendo su cabeza.
"Quizás un poco," Louis le permite. "Pero quizás lo que está a la vuelta de la esquina es lo mejor que puedes imaginar."
"¿Y si no lo es?"
"¿Y si lo es?"
"¿Y si no lo es?"
Louis se inclina hacia adelante, alejando los dedos de Harry del tallado en la madera.
"¿Y si lo es?" susurra él.