Entramos en una cueva oscura que se encontraba escondida tras una cascada. El fuerte sonido del agua se escuchaba a lo lejos, retumbando en la cueva mientras avanzábamos por el camino de roca. Al final de este, un ser alto y delgado, con una larga melena plateada nos esperaba de espaldas frente a una especie de altar de piedra, iluminado por pequeñas velas colgadas del techo que parecían un cielo estrellado.
-Grouwn... -Mis palabras sonaron como un susurro casi imperceptible que pareció que él escuchó. Se giro hacia mí.
Fruncí el ceño. Una cicatriz cruzaba su cara desde su ojo izquierdo, bajando por la mejilla hasta el lateral de su cuello, ensuciando su belleza, aquella belleza celestial que siempre me había hipnotizado. Estaba más delgado de lo que le recordaba y su sonrisa temblorosa me decía que algo no andaba bien.
-Qué... -De la impresión de verlo de nuevo, no encontraba las palabras adecuadas en mi garganta-. ¿Qué te ha ocurrido? -Grouwn se me acercó y Newén se echó a un lado.
El hombre levantó una mano y antes de que pudiera chasquear los dedos, de entre mis manos apareció un rayo de luz amarilla que impactó contra su pecho, haciéndole caer al suelo. Él, levantándose, sonrió. Yo miré mis manos sorprendida.
-Al fin has regresado. Tus recuerdos han vuelto. -Un poco aturdida asentí mientras todo de imágenes de mi supuesto pasado aparecían en mi mente-. Tenemos mucho que hacer. Es momento de hablar con el resto de dioses.
Grouwn se separó de mí y se dirigió al altar. Encima de la piedra había tres runas: La del aire, la tierra y el agua. Las juntó y se giró para mirarlos.
-Ahora, silencio.
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Las alas de una diosa
FantasyLos recuerdos de Alessia Kühn son arrebatados. Se despierta en un bosque, más bien una selva, muy lejos de lo que ella recuerda como hogar. Solo dos nombres son la clave para que los fragmentos de su memoria vuelvan a reconstruirse: Esyre y Newén.