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Desde las alturas…

Había dado la última ronda por las orillas y era hora de regresar al centro del Páramo.

Los días eran agotados, no físicamente, sino mentalmente, debía parar con su maldita conciencia.

Cada día, cada noche pensado en su futuro, no podía vivir su presente, pero es que no había nada interesante en su vida personal, era nefasto.

Tan nefasto como la pequeña hormiga que corría cuál ladrón, o al menos desde su altura veía a todos diminutos. Ya había olvidado hace cuanto habían entrado a intentar robar.

Esta vez sé duro, Jeon, sino seguirán pasando por tu autoridad—Se dijo mentalmente.

Guardando sus alas y caer con gran velocidad con una vista de depredador, miró a su objetivo.

Entre más se acercaba, más lograba ver al ratero huir tan rápido, parecía sin rumbo, pues corría de un lado a otro.

Estaba por arrastrarlo al suelo cuando su vista enfocó la fina tela moverse estruendosamente con el viento y las perlas en su cuello y una cabellera rubia.

¿Algún elfo rosita había salido a dar un maratón?

Pero entonces se percató que estaba por pasar a traer a uno de los suyos y realizó una maneobra peligrosa.

Giró su cuerpo como pudo, estirando sus alas para darse impulso y no lastimar a quien sea que iba corriendo.

Por culpa de aquel giro perdió control, su ala estampó en un árbol doblándose, y fue a dar al piso rodando al menos tres veces por el suelo.

Así de fuerte sentían sus oponentes cuando los derriba, por supuesto que sí.

El ser mágico al que iba siguiendo, se había agachado cubriendo su cuerpo, había escuchado su grito de miedo, nada comparado a Jungkook quejarse ya en el suelo, soltando insultos hacía sí mismo.

Jimin se levantó del suelo bastante aturdido, el polvo se mantenía en el aire, y la silueta negra que cayó a unos metros lejos de él se empezaba a mover.

Si cayó del aire, no era como ellos, era quizá un hombre que chupa sangre hasta dejar a sus víctimas secas, o eso era lo que recordaba de las historias de su madrina  Rosé.

Se levantó tambaleando, pisó por accidente la fina tela que colgaba de sus brazos y volvió a caer al suelo, la sombra negra a lo lejos rodó hasta ponerse de rodillas.

De inmediato, Jimin se puso de pie y no esperó a que estuviera de pie el sujeto, miró su alrededor claro que no reconoció nada, pero aún así empezó a correr hacia el lado contrario al que estaba el sujeto.

A unos metros giró su cabeza, el que cayó del cielo seguía en el suelo intentado levantarse.
Desde esa distancia, Jimin pudo apreciar las enormes alas que estaban adheridas a la espalda raspada del tipo, entonces se detuvo.

Se detuvo pero se quedó quieto contemplandolo, al parecer estaba herido, no podía pararse, y cada vez que lo intentaba volvía a caer de lado soltando un grito, sí, estaba muy lastimado y necesitaba ayuda, entonces empezó a regresar.

Cada paso temeroso, con cautela como gato, se acercó completamente.
Y al parecer el sujeto lo escuchó, porque dejó de intentar levantarse, se quedó quieto al igual que Jimin.

—Me ayudarás o solo te quedarás ahí parado

Fue como una cachetada a la memoria del rubio, porque juraba que esa voz ya la había escuchado.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora