La cena

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Arturo estaba pensando en cómo iba a apañárselas para cocinar y no le ayudaba en absoluto que Gwaine no parará de reír. Les acababa de contar lo que Merlín le había dicho y que estaba decidido a cocinar pero no tenía ni idea de por dónde empezar. Gwaine se había molestado en recordarle que si envenenaba a su invitado la maldición no iba a romperse. Merlín que hasta ese momento había estado tras la puerta se alejó de allí. Parecía que esa conversación iba para largo así que era el momento de investigar. Estaba más dispuesto que nunca a terminar con aquella maldición. Pero seguía sin tener ni idea de qué hacer. Lo que sí sabía era en que lugar iba a encontrar la solución a sus problemas. En la habitación de Lancelot. Fue hasta ella y se coló en el interior. Rebusco por los cajones y armarios sin encontrar nada interesante. Iba a darse por vencido imaginando que el caballero habría escondido los libros en otra parte cuando se fijó que debajo de la cama había un baúl. Lo sacó solo para ver que estaba cerrado. Nada que no pudiera solucionar con un poco de magia. Puso la mano sobre el baúl.


      - Allinan


El baúl hizo un chasquido y se abrió. En el interior, entre otras cosas, había varios libros. Había uno que hablaba sobre los caballeros de Camelot y hablaba sobre Gwaine. Debería haber hecho eso mucho antes. Aunque ya no importaba. Lo dejó aparte. Había un libro que hablaba sobre maldiciones. Ese era el que le interesaba. Lo cogió y se lo guardó para mirarlo después. Iba a irse de allí cuando se fijó en otro. Libro de profecías. Parecía que lo había releído varias veces. Merlín lo cogió interesado. Había una profecía que hablaba sobre el futuro rey de Albion. Destinado a unificar las tierras. Y alguien unido a su destino que debía seguirle y protegerlo. Se preguntó si Lancelot creía que ese rey era Arturo y él se había unido a los caballeros para protegerlo. Había otra profecía que hablaba de una espada. La espada capaz de derrotar a los muertos, perdida en los bosques y que sólo el legítimo dueño podía empuñar. Sonaba interesante. Pero entre todas las profecías había una que le llamó especialmente la atención.

" Si la cabeza de dragón lo sacrifica todo por aquello que más odia, la vida y la magia regresarán a Albion"

Era una profecía sin sentido. ¿Quién iba a sacrificarlo todo por algo que odia? ¿Eso significaba que la magia nunca regresaría a Albion? Porque esa profecía nunca iba a cumplirse. Estaba demasiado distraído para darse cuenta de que no se encontraba solo hasta que oyó la puerta cerrarse. Se giró sobresaltado.


      - Dime que no estás leyendo sobre la maldición. -dijo Lancelot.

      - No estoy leyendo sobre la maldición. -dijo mostrándole el libro


Lancelot fue hasta él quitándole el libro y guardándolo de nuevo en su baúl.


      - Las profecías. Estás aquí porque crees en ellas. Crees que Arturo será el rey que unifique Albion. Él me dijo que era su sueño.

      - Quizás. Creo que Arturo es capaz de hacerlo y si lo logra quiero estar a su lado.

      - Realmente le admiráis. Le teneis mucha lealtad.

      - ¿No crees que la merezca?

      - Empiezo a pensar que si.

      - ¿Por qué te has parado a leer sobre profecías? -preguntó Lancelot intrigado

      - ¿Has oído hablar sobre los draconianos?

The sourcerer and the beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora