Capítulo diez

116 7 0
                                    


Cada día qué pasa me siento terrible y así como me siento, así mismo me veo.

Pasadas las diez de la noche, mi estómago dio muchas vueltas y empecé a vomitar todo lo que había comido esa misma tarde hasta en la noche. Deseche todo lo que había en mi estómago hasta que solo quedó pura saliva. Lave mis dientes muy bien, aún con asco y luego tomé agua para hidratarme, pero en una de esas: me quede frente al espejo.

Estoy muy delgada, las venas se transparentan por mi piel, las ojeras y las manchas moradas esparcidas por todo mi cuerpo, como si alguien me hiciera daño, como si alguien me golpeará. Mis costillas lastiman mi piel, provocando que se vea rojiza la parte exterior. Yo como, a veces, pero sé que como lo suficiente para que todos los medicamentos no me hagan daño.

Lo que veo en el espejo me asusta, me aterra muchísimo. Yo no era así... ser delgada es una cosa, pero parecer que te consume la desnutrición es otra. No soy atractiva, si yo no me veo atractiva ¿quién lo hará si no es por lastima? Sé que a la única persona que debo parecerle atractiva es a mí misma, pero es complicado.

Siempre me vi como una chica realmente preciosa y luego eso cambio.

Llevo aproximadamente quince minutos viéndome en el espejo. Viendo tantas ruinas en un cuerpo que antes era un palacio, un diamante deseoso.

Pero ¿qué va? Tal vez antes tenía autoestima y me miraba bien porque siendo sincera, sigo igual. Me repudio tanto y repudio este tonto corazón. Con cada minuto que pasa, siento que su capa de protección se deshace.

Me quito del espejo mientras pongo la ropa en su lugar y me tiro a la cama. Soy un desastre, un desastre que muere lentamente y lo único que hace es exigirse, pero es que muchos no lo entenderán y otros si, la mayoría por lástima, pero cuando te has ido y has vuelto, deseas lograr algo grande, alcanzar algo grande. Aun cuando es más grande que tu persona.

***

–Eres una maldita loca, deberías volver ya a tu dormitorio. –Brama una enojada y asustada Melany.

He vuelto a mis clases y accidentalmente me la topé, lo único que pude hacer fue levantar mi mano y sonreírle mientras agitaba la otra. Sentí como sus ojos destruían cada partícula de mi cuerpo con su vista destructora imaginaria. Ella camino hacia mí, dándole mala cara a las personas que la saludaban, ignorando llamados por querer venir a asesinarme. Aquí estamos, en una clase que compartimos juntas; ella mirándome como si quisiese teletransportarme a otro lugar y yo ignorándola y poniendo atención a la clase.

Pero como estamos en la universidad, los maestros no andarán detrás de cada alumno diciéndole que pongan atención, pues ellos están graduados y el futuro somos nosotros. Por eso él profesos sigue dando la clase sin importarle qué una estudiante no esté tomando nota y que quiera asesinar a su mejor amiga. La estudiante es Melany y la mejor amiga soy yo.

–Debes relajarte y poner atención, en cualquier momento nos ponen el examen y estás más concentrada en querer aniquilarme que en pasarlo.

Suspira frustrada.

–Tú no entiendes la gravedad de las cosas, ¿cierto? No lo entiendes. Yo si entiendo que quieras cumplir esta meta, que quieras graduarte y al salir de todo lo que tenga que ver con enfermedad ser alguien en la vida, ser alguien preparada, pero...

–Tú no sabes si yo viviré. –Respondo tajante. A veces me saca de quicio.

–Para todo hay tiempo, Samara. Deberías estar reposando en tu casa, sin estrés. Es mejor estar aburrida que estresarse por asuntos que puedes resolver después porque son asuntos que puedes dejarlos temporalmente para recuperarte y te estarán esperando.

Al momento en el que ella termina de decir eso, escucho como alguien aclara la voz.

–Así es, señorita... –Es el profesor que nos mira a ambas. Típico, no sabe los nombres de los estudiantes. –Para todo hay tiempo y este es el tiempo del examen –Nos entrega varias hijas engrapadas a cada una. –Ahora guarden silencio, no pasen chepia y resuelvan de forma clara y ordenada su examen. –Y al decir eso, se va para empezar a repartir los exámenes al resto de estudiantes que quedan. –Tienes cuarenta minutos para resolverlo, empiecen ya.

Olvido lo que acaba de suceder hace un momento y me centro en la cantidad de hojas que tengo. Genial. Este examen está para ponerse a llorar. Lo primero que hago es leer donde debo colocar mi nombre porque a veces me equivoco y pongo mi nombre donde debe ir el nombre del maestro y al usar corrector bajan puntos, si, puntos. Este examen cuesta como cinco puntos o siete. Muchos dirán "cuesta súper poquito", yo pensaba eso cuando estaba en la escuela, pero la verdad es que me he matado por exposiciones que cuestan dos puntos y al final saco el punto con punto cinco porque hay maestros que no quieren darle el punto seis porque deberían redondearlos a dos. En el colegio te valía perder un punto, en la universidad te matas por trabajos de un punto.

Al leer bien las indicaciones, pongo mi nombre donde debe ir y así empiezan los cuarenta minutos más difíciles de mi vida. La primera parte esta súper fácil pero la segunda parte... espero que el universo me recuerde todo lo que estudié.

Porque siento que está sudando partes de mi cuerpo que no sabía que podían sudar.

Respondí el examen con firmeza y seguridad. Lo hice rápido, pero con cautela y aun así soy de las últimas en entregarlo junto a Melany que ignora mi presencia a toda costa.

–Ya pueden retirarse del salón. –Habla el profesor, Melany asiente mientas firma que ya entregó el examen y sale disparada a la salida, firmó yo también y la sigo.

–Oye, ¿qué te sucede? –No me hace caso y sigue caminando. –Mel, no seas inmadura.

Frena en seco.

–¿Yo soy la inmadura? –Me enfrenta. –Yo soy la que se está muriendo, yo soy la que necesita un nuevo corazón y aun así me quedo en una habitación del campus donde la mayoría de las veces no le quiero abrir a nadie y piensan que estoy muerta, ¿yo soy la inmadura? Si, yo soy la inmadura que aún no encuentra un nuevo corazón para poder vivir como se debe, yo soy quien tiene los brazos morados por tantas agujas, quien toma tanta pastilla para el dolor y los ataques. –Me mira resentida. –Yo soy la maldita niña inmadura a quien no le interesa como se sienten los demás, a quien no le importa el miedo que sienten cuando no quiero comer, quien no nota las miradas preocupadas de sus amigos cuando mi mirada se pierde. –Está enojada, está dolida.

Ella está preocupada por mi... yo lo sé, pero-

–Mel, perdón... –Intento seguir, pero ella me interrumpe.

–Tú solo piensas en ti misma y sé que tienes miedo, yo tengo miedo, pero yo no sería tan egoísta para hacer que mis padres se despierten y lo primero que piensen es "¿habrá despertado bien mi hija?, ¿le dolerá el pecho en medio de clases?", yo no sería tan egoísta de alejarlos, ¿sabes por qué? Porque yo veo en sus miradas la preocupación, lo asustados que están de no encontrar tu única forma de seguir con vida. –Lagrimea. –Eres mi mejor amiga, mi maldita mejor amiga, pero me haces daño. Nos haces daño, pero seguimos aquí porque te amamos, porque vales muchísimo, porque queremos estar contigo, pero... –Cierra los ojos y cada palabra que dice, realmente quema. –Eres una maldita egoísta.

–No lo entiendes.

–¡No! –Grita furiosa. –Si lo entiendo, entiendo que no quieras caer en depresión, pero... ¿sabes en el agujero que vamos a caer todos cuándo te pase algo y pudimos haberlo evitado? No, no lo sabes. –Me mira triste. –Te amo, pero me haces daño.

Y con eso, se da la vuelta con firmeza y a paso rápido se aleja hasta desaparecer entre la multitud que presenció la escena. Dejándome en ese pasillo, sin palabras y con dolor en el alma.

Sé que ella tiene razón, pero me cuesta admitirlo, sé que les hago daño y si digo "yo no les pedí que se quedaran conmigo", sería muy egoísta porque sé que interiormente les ruego que no se vayan, les grito por ayuda.

Sé que les hago mucho daño, pero no puedo alejarme, no puedo... no quiero morir sola.

Suena egoísta, pero es difícil de explicar. Sé que estoy siendo egoísta, pero tengo una meta y debo cumplirla.

Mi corazón insisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora