Capítulo Único

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Los rayos del sol se colaban por su ventana, dando a entender que un nuevo día había comenzado.

Como siempre se preparó para ir al colegio, se despidió de su madre dejando un beso en su mejilla y salió en su patineta con dirección a donde siempre.

Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que apenas podía procesarlo, en sólo unos meses ya era un Dios de la patineta para muchos en las carreras, y luego de derrotar a Adam aquella vez, su vida era mucho más tranquila.

Tranquila era un simple decir, pues su corazón no decía lo mismo.

¿Quién podría ser el causante? Alguien que le quitara el sueño, alguien que se la pasara rondando por su mente todo el día, alguien en el que pensara e inmediatamente ocasionará una sonrisa de idiota en su rostro...

Quizá alguien pelirrojo, quizá alguien llamado Reki alias el primer amor de su vida, quizá alguien que se le quedara viendo con confusión cuando ponía ojos de borracho, ¡quizá la persona a la que se le quedó viendo por una maldita hora casi sin parpadear!

- ¡LANGA!- Gritó el pelirrojo una vez más, haciendo que reaccionara después de tantos intentos - ¿En qué piensas ahora?

- Ehhh... yo...

- ¿Te ocurre algo? Tienes unas horribles ojeras, parace que no dormiste muy bien

Claro que no durmió bien por culpa del millón de escenarios que se hizo en su cabeza. Pero hey, fueron las mejores 4 horas invertidas de esa noche.

- No es nada Reki- Contestó sonriendo leve para evitar preocuparlo

- Si tu lo dices- Suspiró derrotado - Oye, en la tarde iré con Cherry para que me ayude con un trabajo de la escuela, ¿quieres venir y luego dar una vuelta?

- Claro, te esperaré cuando termines

Era más que obvio que él también necesitaba hablar con alguien sobre sus sentimientos, pues hablarle a su reflejo en el espejo no era muy buen idea.

A la salida de las clases, ambos se fueron juntos en patineta, practicando varios trucos y conversando sobre otras anécdotas sin sentido pero que daban risa.

Una de ellas, la vez que Reki tropezó y se fue de cara contra el bote de los tornillos que guardaba en el trabajo. Gracias al cielo nada fue grave, sin embargo el rostro le quedó adolorido y lleno de puntitos rojos.

O cuando Langa accidentalmente confundió la sal con el azúcar a la hora de cocinar y el arroz sabia dulce en vez de salado.

Eran situaciones tan comunes que le podrían pasar a cualquiera, lo único diferente que tenían, era la persona con la que estaban en aquellos momentos.

Langa se encargó de guardar y recoger cada tornillo, además de ponerlos en un lugar más seguro. Reki le puso etiquetas al bote del azúcar y la sal para que no se confundiera tan fácilmente.

Esos pequeños detalles eran los que le habían robado el corazón, su sonrisa cuando algo salía mal era reconfortante, las risas de nervios se contagiaban, los problemas se dividían a tal punto de parecer insignificantes y el tiempo parecía no funcionar en esos instantes.

Miya lo golpeó por no escuchar nada de lo que le estaba contando, escuchando quejidos y viendo su mueca de dolor.

- ¿Es por Reki verdad?- Preguntó seriamente, cumpliendo su papel de detective

Apenas podía hablar y con suerte formular un pequeño "¿Eh?" antes de querer cubrir su rostro más rojo que el mismísimo cabello de Reki.

- Mira, no soy experto en estos temas, pero creo que ya es hora de que dejes de ser un cobarde y le digas tus sentimientos a la cara- Aconsejó el pelinegro

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