Capítulo XXXV

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Aiden

—¡Oh Dios!

Alex se llevó su mano a la boca, tapándosela como si de alguna forma pudiera borrar el grito que acababa de soltar. Por mi parte, estaba un poco más preocupado por afirmar a Alex contra la pared que por si alguien la había escuchado, lo que era bastante posible.

—Sí que sabes cómo llamar la atención.

—Cállate y... ah.

Sonreí contra su cuello, feliz de haberla callado con éxito. Sentí sus paredes apretarse alrededor de mí y sus uñas se enterraron en mis hombros. Sus labios se abrieron y echó su cabeza hacia atrás, anunciando la llegada de su orgasmo. Tuve que besarla con fuerza para cubrir sus gemidos, que estaba intentando controlar sin éxito alguno. Sentí mi sangre dejar el resto de mi cuerpo y solo acumularse en alguna parte de mi polla y de mi cabeza, y usé los labios de Alex para callar mi propio orgasmo. Ya habíamos hecho una costumbre escaparnos entre periodos y tener sexo en lugares inadecuados la última semana, pero cada vez era mejor.

Ella gimió suave cuando salí de ella y la dejé sobre el suelo. Me tomó cinco segundos deshacerme del condón y subirme los pantalones. Cuando me abroché, Alex ya estaba terminando de abrocharse el sujetador, con su falda ya compuesta. La chica había elegido toda la semana usar medias hasta el muslo, sabiendo que me volvía loco y que las faldas hacían el sexo clandestino mucho más fácil.

—¿Cuándo dejaremos de tener sexo en la escuela? En algún momento alguien va a pillarnos y será horrible —comentó Alex, aún con la respiración agitada.

—¿Cuál sería la gracia si no existiera la posibilidad? —sonreí y besé su cuello. Estaba obsesionado con su olor.

—No digo que no sea... increíble, pero me gustaría no tener que acallar mis orgasmos de vez en cuando.

—No hay nada que me encantaría más que escucharte gemir mi nombre con todo lo que tienes, princesa, pero ahora que papá está cubriendo el turno diurno, es un poco difícil.

—Sí... bueno, uhm... ¿qué te parece si vamos a algún lugar?

—¿Qué sugieres?

—Tengo... mi familia tiene una casa en el lago, y puedo usarla a antojo. Podríamos ir... este fin de semana. Irnos hoy luego de tu partido.

No estaba seguro de qué decir, tampoco estaba seguro de que fuera buena idea, ¿pero un fin de semana a solas con Alexandra King? 48 horas de mostrarle y descubrir todas las posiciones sexuales que se nos ocurrieran sin que nadie nos molestara... no podía decir que no a eso, y casi como si estuviera hipnotizado, la besé cortamente antes de responder.

—Suena como un buen plan.

—Está bien —dijo, sonando como si estuviera sorprendida de que hubiese aceptado—. Le llamaré al cuidador para dejarle saber que iremos.

Alex salió del armario de turno primero, y en cuanto recibí su mensaje de confirmación salí yo también, dirigiéndome como si nada hubiera pasado a la clase de literatura de los viernes, el único lugar donde podíamos estar juntos en público sin que a nadie realmente le importara.

Alex ya estaba en su asiento cuando llegué, retocándose su labial y con su coleta tan perfectamente hecha que si no hubiera estado ahí, no le creería que acababa de tener dos orgasmos mientras arañaba mi espalda en medio de una habitación de mala muerte.

—Está todo listo para nuestra escapada de fin de semana —mencionó casualmente, sin dejar de mirarse en el pequeño espejo que sostenía.

—Eso es genial —comenté sin dejar de mirarla—. Alex, no he querido presionar, pero hay algo que he querido preguntarte toda la semana.

—Lo siento, Aiden, pero si quieres casarte conmigo tendrás que preguntarles a mis padres primeros. Ya sabes, burocracia y todo eso —se rio.

—Es en serio —rodé los ojos, pero estaba intentando no reírme.

—Adelante, habla —cerró su espejo y me miró, con sus ojos azules llenos de inocencia y de majestuosa intrepidez.

—¿Estás bien? ¿Luego de lo de Garrett?

Ella parpadeó varias veces antes de responder, como si no estuviera completamente segura de qué decir.

—Yo... no estoy segura.

—Alex, si lo que quieres es decir algo...

—No, nada de eso —negó frenéticamente—. Realmente estoy bien, y realmente no me importa. Por suerte, estuviste ahí antes de que pasara a mayores.

—Aun así... has estado un poco... distraída.

—Pues entonces deberías dejar de ponerme tanta atención —me miró con burla y yo suspiré.

—Sé que estás intentando hacer bromas para evitar hablar conmigo.

—Es algo incómodo, y no es que no confíe en ti o algo por el estilo, pero no dejo de pensar en lo que pasó y en Katt pensando que Jake es alguna especie de príncipe azul que tiene que conquistar. Digo... si ella se enterara de lo que pasó... ¿Olvidaría a Jake o pensaría que soy una puta y que yo lo provoqué?

—No hay ninguna razón para que alguien piense eso de ti —fruncí el ceño, enojado con la mera idea.

—Oh, pero eso no lo sabes. Hayley de seguro lo piensa.

—Hayley solo es una donnadie sin personalidad definida que está demasiado celosa de ti como para decirte algo a la cara. ¿Puedes dejar de pensar en cómo se sienten o sentirán los demás por un momento y pensar en cómo te sientes tú?

—Yo... no quiero hablar de eso ahora. ¿Podemos discutirlo luego?

—Está bien, pero es una conversación que definitivamente tendremos.

—Sí, papá —rodó los ojos. 

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora