The Beginning Of Everything

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Existe una frase que sirve como base de la existencia del ser humano, ha sido puño y ley para muchos: "Naces, creces, te reproduces y mueres."

Toda persona vive con aquello en su mente, dándole forma y acoplándose a la regla, pero desde hace años, algunos empezaron a levantar la voz y a tomar las riendas de su propia vida.

Si tan solo ellos hubieran tenido esa oportunidad.

Cuando se casaron, lo hicieron debido a la perdición que dominaba cada uno de sus sentidos: El amor. Estaban dispuestos a pasar toda la vida juntos hasta la eternidad, a respetar y cumplir cada meta que se propusieran. Eran felices y era todo lo que importaba.

Yoshito Okumura y Nori Okumura eran una pareja que nunca tuvo entre sus planes tener descendencia, ya que solo estaban inmersos en los sentimientos que tenían el uno hacia el otro y en lo innecesario que es tener bebés no deseados.

— Eres el único que puede salvar nuestro apellido —declaró la mujer de avanzada edad frente a su hijo y nuera, mirándolos con altanería y decisión— Tener hijos es lo mejor del mundo.

Esas fueron las palabras que salieron de los labios de la dama de vistosas canas cuando los tres se encontraban frente a la oscura sepultura de su primer hijo, que ahora yacía al lado de su padre al unísono de sollozos y lamentos por la pérdida.

Ambos se negaron rotundamente ante las órdenes de la mayor, pero ninguno contaba con la aparición de personas que solo se dedicaron a lanzar efusivas amenazas y habladurías que llegaron a sus oídos.

"Los Okumura siempre fueron así, solo les interesa ellos mismos como si fueran lo único existente en el universo."

"Imagínate un hijo suyo, sería tan precioso. ¿Por qué se rehúsan tanto?"

"Tener hijos es el propósito de vida más importante. Sin eso, no eres nadie."

"Cuántas familias quisieran tener bebés y ustedes desperdician su oportunidad."

Podían soportar cada inútil enunciado que salía de aquellas cerradas y huecas cabezas, pero el peso se volvía más cansado e irritante ante el desprecio que recibían de personas más cercanas como amigos, compañeros de trabajo e incluso familiares, trayendo consigo la misma pregunta que se cuestionaban con un simple cruce de ojos antes de apagar la luz e ir a dormir: ¿Qué hacemos para callarlos?

El límite era visible para ambos y escapar no era una salida que disponían debido a que uno de sus sustentos eran las personas que los rodeaban, por lo tanto tenían dos opciones: Obedecer o desaparecer. Habían llegado a una respuesta, una que sería el inicio de la desgracia más atroz de sus vidas.

— Dices... —empezó a hablar el menor frente a su madre, apretando sus dedos ante lo que se enfrentaba. No quería hacerlo, pero el mundo se había puesto en contra no solo de él, sino de la mujer que amaba, y eso no lo iba a permitir— Si tenemos un hijo, ¿tú te encargaras de él?

Una sonrisa se visualizó en aquellos avejentados labios mientras asentía suavemente la cabeza.

El apellido Okumura... Aquel que era tan especial y extraño de escuchar en la ciudad de Izumo. Eran los únicos que lo poseían, por lo tanto, más que una opción, era un deber tener que transmitirlo a distintas generaciones y eso lo sabían. En ese punto, Yoshito solo se dedicó a pedir perdón internamente a su mujer por haber nacido en esa familia que simplemente los obligaba a rehacer sus vidas a su beneficio.

El trato fue firmado con un apretón de manos lleno de odio y miradas apagadas.

Un varón.

Eso necesitaban para darles el gusto y tener la seguridad que su sangre corriera vivazmente por sus venas hasta un centenar de generaciones.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2021 ⏰

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